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Me van a meter en un lío

Ayer presentamos el libro de don Pascual Villegas Sánchez. En reunión familiar, en cercanía con los presentes, con un buen vino de estímulo y la música de La Orquesta Típica de Sonora, amenizando.

Estuvo chingón el convite. Porque fue una presentación atípica, porque el objetivo de este libro que se llama Me van a meter en un lío (y que contiene regiones del paso por la vida de don Pascual), es atesorar en páginas la elocuencia del padre de familia.

“Un día cuando mi papá ya no esté, quiero abrir el libro y leer parte de su historia”, apuntó Lupita Villegas, artífice de la construcción del volumen. Y entonces todos nos conmovimos. Por tan simple e inmensa pretensión.

Estuvimos allí, los adheridos al proyecto, Horacio Valencia que es el editor, los camaradas de don Pascual, sus hijos, los nietos, doña Lupita que es su esposa y parte fundamental de la historia de don Villegas Sánchez.

Qué machín que ocurra esto. Que un día de pronto y a manera de homenaje a una hija, un hijo, se le ocurra resguardar la voz del padre en el interior de las páginas de un libro. Para que el tiempo no se la arrebate. Para ser este libro un baúl que se abrirá a la menor provocación. Y la caja de pandora remitirá al lector a los años de infancia y juventud de don Pascual.

Las aventuras aquellas de un domingo correr a pelo en un caballo y ganar la carrera. Salida con trampa y final auscultado por jueces y apostadores. Después la reprimenda de los padres.

Mirar a través de la mirada del narrador que no lo cuenta todo pero sí parte fundamental de su historia, esas locaciones que son el pueblo. Un burro, el agua y la tierra, la cosecha y la ordeña.

Porque si bien es cierto en estas páginas que conforman Me van a meter en un lío, no cabe la vida completa, sí cabe por ejemplo la entereza, el talento, la perseverancia. Y sobre todo, cabe, la palabra amor, con la cual Lupita y Pascual han construido su familia. Legado ejemplar de este su paso por la vida.

Cabe también la historia de ese Hermosillo que se nos fue, el extinto estadio de beisbol Fernando M. Ortiz, el Mercado Municipal, la Cámara Junior, los amigos incondicionales, la destreza por el trabajo como vendedor de seguros, las calles de esta ciudad tan lejana y en la cual la historia permanece y se reconstruye a cada tic tac del reloj, en cada una de las vueltas del calendario.

Ayer presentamos el libro, conversamos entre la raza. Pascual sempiterno ocurrente y humilde atendió los comentarios y preguntas. Agradeció febril la compañía. Pocas palabras, mucho sentimiento. Porque decir la gratitud construye un nudo en la garganta.

Entre firmas de ejemplares y música de orquesta, los niños jugaron a correr. La risa y sus palabras se convirtieron en un coro para felicitar de manera tácita la existencia de don Pascual, quien recién arribó a sus ochentaipico. Añil. Y estrena libro. ¿Vendrá una segunda edición corregida y aumentad?

Qué maravilla es la vida cuando se desarrolla inmersa en un lío.

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