Inicio Carlos Sánchez La tierra se está moviendo y el poder machista está amenazando

La tierra se está moviendo y el poder machista está amenazando

También cada vez más hombres se sienten atraídos por el feminismo, por otro tipo de masculinidad

Carlos Sánchez

Es a partir de la pasión. En el espacio de ensueño: Las faldas del cerro de la campana, en Hermosillo.

Hay una casa que es un teatro, que es una galería, que es una escuela donde se imparten talleres en diversas disciplinas. Es el arte como un bastión para dar la vuelta de tuerca a estas generaciones que estamos siendo desde la desgracia, desde la violencia.

Hay un objetivo que son muchos, hay un festival que se llama Lunas de Urano: Shakespeare en el Desierto, y es su segunda edición. Es allí mismo, en Andamios Teatro, el lugar desde el recate, donde antes habitaba desolación, silencio, miradas esporádicas contemplando su propia tragedia, indigentes que se guarecieron.

Hoy llegamos los más a esta casa tomada por el arte. Y así continúa la escritura de este guion que es pasión.

Anoche, por ejemplo, ante la inauguración del festival de marras, ante un clima por demás generoso, con la respuesta a la convocatoria por demás interesante, gente de pie, atenta, feliz y febril, el telón se levantó con el pie derecho. Principamos las segundas jornadas que desembocan en el compartimiento del talento, lo que hacen con sus cuerpos esas personas que le apuestan todo al decir desde la creación.

Y estuvo allí Ana Francis Mor, fundadora de la legendaria compañía de teatro Las Reinas Chulas. Actriz que también escribe y dirige. Desde el compromiso que es su remo más principal en estas aguas de la vorágine que es la violencia.

Ana Francis presentó su monólogo “¿Quién quiere ser Ofelia? – Yo safo”. Inteligencia dramática, bagaje actoral, los yerros de esta historia donde la mujer vive los embates del agandalle. Desde Dios, off course. Ana Francis se la sabe de todas. E improvisa a su favor el dislate del micrófono. Mira al cielo y conversa con Chucho. “No te enojes”.

Vino tinto de celebración, canapés. El brindis por el resultado de la primera noche que se avizora éxito total en lo consecutivo. Ana Francis, minutos antes, invitó a Hilda Valencia (coordinadora general de Lunas de Urano y de Andamios Teatro), al escenario, y desde Hilda la gratitud para con la actriz, para con los asistentes. Y así el inicio de estas jornadas de Lunas de Urano.

Ya al rato, sin maquillaje, sin vestuario, Ana Francis atendiendo la conversación que ahora compartimos.

–¿Ana, en qué momento de tu vida tomas el arte como una bandera para trabajar por los derechos humanos?

–Supongo que comencé trabajando a favor de mis propios derechos, a mí me interesaba (desde el primer espectáculo que hice ya de forma profesional), hablar del género, no necesariamente sabía que estaba hablando de eso, hasta después lo supe, pero me interesaba mucho hablar de estas fronteras entre ser hombre y ser mujer, porque yo no me sentía totalmente mujer, no en esos cánones y en esos estándar, yo me decía: soy rara, no encajo ahí, pero yo digo que estoy bien, y que cada quien, lo que yo hago es mi derecho y es mi manera de expresarme. A partir de ahí empecé a experimentar mucho en ese sentido. Y es que el cabaret te permite todo porque justamente es esta transgresión constante desde lo sexual, desde lo genérico, desde los propios géneros teatrales, etcétera. El chiste es estar experimentando todo el tiempo.

Fue a partir de ahí, y de un trabajo que tuve junto con las Reinas Chulas y con Jesusa Rodríguez, que fue hacer cabaret con comunidad indígena y campesina de todo el país, con un programa de IMSS Oportunidades, en la que nos llevaban como parte de un programa de empoderamiento y desarrollo humano para comunidades indígenas y campesinas.

Anduvimos tres años por el país, conocimos el México profundo, eso fue lo que marcó la diferencia, porque el teatro que hacíamos era para generar conciencia de problemas específicos, es decir: en aquel momento en que el programa estaba bien manejado, pues tenían una clínica en cada comunidad, con el médico, pero de todos modos las señoras no iban a consulta y morían de cáncer cervicouterino, pudiéndolo evitar. Preguntado supimos que la cuestión era que a las señoras les daba vergüenza abrir las piernas, o les pegaban sus maridos porque les abrían las piernas el médico, entonces se dieron cuenta que había que hacer cosas que no tenían que ver con la medicina, sino que tenían que ver con el comportamiento, la cultura, ahí fue donde entramos nosotras con el teatro y el desarrollo humano. Y a partir de ahí, de ver el poder de la risa, de ver el cabaret al servicio justamente del derecho a la salud, y de los derechos humanos en general, fue que me dije: de aquí, soy, esto es lo que quiero hacer.

–Hay un tema implícito en la puesta en escena con la que participas en Lunas de Urano: “¿Quién quiere ser Ofelia? -Yo safo”, que son los feminicidios. ¿Cómo haces para sostenerte, para no llegar al vértigo por tanta devastación, de qué te sostienes?

–Me agarro del feminismo, porque es una elección de vida y una práctica cotidiana, y también me marca un camino, donde hay todo que ganar con los derechos de las mujeres, hay todo por lo que trabajar y el trabajo no se marca por sexenios ni se marca por periodos electorales, es un trabajo de vida, en ese sentido eso me sostiene, y me sostienen los cambios que veo de pronto. El sábado de hace una semana se casó mi sobrina con otra mujer, en la misma casa donde veinte años atrás yo fui con mi primera pareja a un bautizo de un sobrino y fue un pedote, y en esa misma casa familiar hoy mi sobrina se casaba con una mujer, y el tema no era que mi sobrina se casaba con una mujer, el tema era una boda, punto final: bocadillos y celebración. Han pasado los años y hay cosas han cambiado.

Me sostengo también de mis privilegios, soy una mujer consiente de sus privilegios: de entrada, soy blanca, vivo en la ciudad de México, tuve acceso a la universidad, tengo acceso a estudios. En ese sentido tengo una vida privilegiada y trato de usar los privilegios para abrir otros espacios, porque sí sé que los privilegios que tengo no los tiene muchísima gente, eso me da claridad para no tener miedo.

–Volviendo al tema de los feminicidios, ¿en qué estamos fallando como sociedad?

–Es un problema que se llama violencia machista, no es un problema de las mujeres, es un problema de machismo que están ejerciendo un chingo de hombres. ¿En dónde estamos fallando? Me parece que ahorita estamos en un punto de quiebre, es decir, cuando una mujer se da cuenta de todo este sistema en el que has caído para tener la vida que tienes y que estás esclavizada, amarrada, y te sueltas, ya no hay vuelta atrás, una vez que descubres tu libertad no hay vuelta atrás, y lo que está pasando en este momento es que hay un chingo de mujeres que están en ese proceso de descubrimiento de su libertad, esto ya no tiene vuelta atrás. Ya cuando escuchas decir a la chavita de prepa yo no me calvo con la historia del amor romántico, uno empieza a decir ay güey, estas chavas tienen quince años y están hablando del concepto del amor romántico que es un concepto complejo. O ves las marchas multitudinarias de mujeres de todos colores y sabores, ricas y pobres, de aquí y de allá, de izquierda y de derecha, preocupadas por el mismo asunto, dices esto ya no tiene regreso. Claro que hay un movimiento muy importante, la tierra se está moviendo y el poder machista, patriarcal, está amenazado, se le está dando el chicotazo. También cada vez más hombres se sienten atraídos por el feminismo, por otro tipo de masculinidad en la que pueden expresar un montón de cosas, en las que no tienen que cargar con este asunto de ser el proveedor, de ser el fuerte, y se están pegando para acá, a este camino que no tiene regreso.

Una bicicleta charrita y me cambió la vida

–Háblame de la importancia de las bicicletas en tu vida.

–De niña las bicicletas eran la onda, agarraba mi bici, me iba al parque a tres cuadras, que para mí era lejísimos, y era mi libertad: saltaba obstáculos que sentía como los más altos del mundo. Siempre fue muy importante. Luego la dejé de usar, no sé por qué, supongo que también se dejó de usar bicicleta en la ciudad de México, en lo cotidiano, solo las personas de trabajos específicos usaban las bicicletas. En una gira en Berlín me llamó la atención la cantidad de gente que usa la bicicleta como medio de transporte. Regresé a la ciudad de México, me compré una bicicleta charrita y me cambió la vida, me puse más fuerte, más feliz, mi relación con los barrios, con la gente, con los sonidos, con mis propios pensamientos, hacer un trayecto en la bicicleta es ir pensando en un montón de cosas que tienen que ver con tu vida, que tienen que ver contigo, es un gran espacio de meditación bastante más sereno que el coche. La bicicleta es la neta.

Andamios: un espacio divino con un montón de posibilidades

–¿Qué significa para ti y qué te llevas de este espacio que es Andamios?

–Se me hace super sorprendente que exista este espacio. He tenido chance de trabajar en Hermosillo, conozco por lo menos algunas cosas de la situación cultural de esta ciudad, y me parece una situación tan complicada como en el resto del país, muy afortunada en términos de público porque es un público que va al teatro y eso es padrísimo. Pero la historia de esta casa, Andamios, me tiene super sorprendida porque es una historia de algo muy difícil, y me pregunto ¿de veras hicieron eso, de veras tomaron la casa y de veras vendiste tu departamento y saz, riájale, a poner tu teatro? Una historia difícil, de una entrega total, y eso me parece increíble. Es un espacio divino que tiene un montón de posibilidades, de mucha valentía, además tomado por mujeres. Las mujeres de esta ciudad son brutales, me tienen sorprendida, hay una combinación de cosas muy fuertes, son bien entronas y muy fuertotas, eso me tiene muy sorprendida.

–Ya con la noche en el umbral de su profundidad, en el corazón del centro histórico de la ciudad, Ana Francis Mor en alianza con las y los hacedores de Andamios y las Lunas de Urano, se sumergen a la conversación post presentación. Seguro que hay sonrisas como catarsis.

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