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A veces necesitamos “un respiro” ante la discapacidad

Tener un hijo con alguna discapacidad, nos envuelve en trabajo, esfuerzo y dedicación extra, que si bien realizamos con mucho ahínco y sentimiento, no escapamos a que como padres de familias, nos sintamos agotados en cierto momento ¿Cómo debemos afrontar esta situación?
Considero que la mayoría de nosotros como padres de personas que han nacido con alguna necesidad especial en su vida, nos implica redoblar esfuerzos para que su desarrollo sea lo más óptimo posible, y esto obviamente se logra con trabajo constante y paciencia.
Sin embargo todos tenemos derecho a sentirnos cansados en algún momento de nuestras vidas, porque en nosotros recae la responsabilidad del desarrollo y la educación de nuestros hijos de forma natural, aumentando el compromiso cuando existe de por medio alguna discapacidad que debe ser compensada.
Cuando hablamos de estimulación, integración, socialización, inclusión, entre otros conceptos que tenemos que aplicar para que nuestros hijos tengan una vida digna, respetuosa e independiente, existe detrás de ellos, un gran historial de trabajo, terapias, ejercicios, tiempo, dinero y esfuerzo invertido.
Que si bien sabemos y reconocemos, son las mejores acciones invertidas, porque ello propicia el aprendizaje y los conocimientos necesarios para nuestros hijos, a los cuales les tenemos que reconocer todo el mérito de su doble esfuerzo y arduo trabajo.
Por poner un ejemplo: una persona con síndrome de Down, necesita estimulación temprana y física desde sus primeros años de vida, posteriormente necesitará una estimulación en el habla y el lenguaje, que implicará que siga con la enseñanza de la escritura, escolarización, actividades deportivas, recreativas de autoayuda, de socialización, etc.
En el desarrollo de la vida de una persona sin discapacidad se aplican algunos de estos procesos de enseñanza, sin embargo cuando existe una discapacidad- ya sea motriz, auditiva, cognitiva o visual- de por medio, éstas se tornan con un mayor nivel de dificultad que ameritan la presencia de especialistas en diversas áreas.
Por lo que demandan más tiempo de atención, un mayor tiempo para ocuparse de esas actividades durante el día, semanas, meses y años; que de manera generalizada se reflejan en las dinámicas de nuestras familias.
Pero por mucho que los llevemos a terapias, a estimulación, a diversos programas, si nosotros como núcleo familiar, no integramos a nuestros hijos a las actividades de la vida cotidiana, difícilmente nos resultarán efectivos estos procesos de aprendizaje.
Si no les otorgamos el derecho a tener su propia percepción del mundo, a tomar decisiones y respetamos su individualidad, tampoco estamos educándolos de manera correcta, impidiendo ese desarrollo e integración que tanto anhelamos en su vida.
Y es así, que tanto ellos como nosotros en el ir y venir diario, a todas y cada una de las actividades que les hemos designado, nos llega el momento en el que nos sintamos cansados o con poco ánimo de asistir a alguna de ellas, por más que lo disfrutemos.
A nosotros nos llega el agobio en cierto momento, de organizar agendas y empatar actividades entre cada uno de los integrantes de una familia, especialmente con el que tiene esa necesidad de recibir un extra.
Nos sentimos pesimistas ante la discapacidad, ya sea por motivos de estrés, de tiempo, dinero, cansancio, que simplemente nos nubla por momentos la empatía que teníamos de seguir impulsando el bienestar de nuestros hijos.
Y quizás debamos de otorgarnos un “respiro”, que nos permita tiempo después volver “al ir y venir” de las actividades cotidianas, llámense trabajo, escuela, terapias, actividades sociales, entre otras, con impulso y con más ganas de no parar.
No debemos preocuparnos, ni sentirnos culpables por tomar un descanso, porque sabemos que retomaremos las fuerzas necesarias para volver a impulsar a nuestros hijos a un mundo lleno de oportunidades, de conciencia y de derechos por los cuales nos encontramos trabajando.
Porque sabemos con toda seguridad que alcanzarán grandes logros, como nos lo han venido demostrando desde su nacimiento, donde han sobresalido con tesón en sus vidas, las cuales representan para nosotros un gran orgullo.
Que se preocupen los padres que nunca han tenido este sentimiento, porque no ven el potencial que tienen sus hijos, aquellos que viven en la tranquilidad de que no necesitan algún estímulo extra, los que les preocupa su educación e integración, los que no se involucran en sus actividades y sólo los llenan de amor y palabrería.

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