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Quizá el asesinato del periodista Mario Gómez sea una estadística más de la impunidad

L. Carlos Sánchez

Tuxtla Gutiérrez.- Mario Gómez era reportero. Fue acribillado a tiros el 21 de septiembre pasado. Un viernes negro para el periodismo chiapaneco. A Mario lo mataron de cuatro balazos, afuera de su casa, en Yajalón, Chiapas.

Dos sicarios se apersonaron, iban en una motocicleta, uno iba conduciendo, el otro se encargó de perforarle el tórax, el corazón y los pulmones.

Al paso de los días la reacción del gremio parecería ser un manual: marchas, protestas, consignas, pintas, carteles impresos con el rostro del periodista asesinado. La solidaridad desde la impotencia, porque vivimos en un país donde “no pasa nada”, donde la justicia es un término vacío. Vivimos en un país donde no debieran ocurrir estas cosas, pero ocurren.

Hoy es viernes y el nombre de Mario es la palabra que más se evoca. Los reporteros llaman a la reunión como un manifiesto para que al tema del asesinato de Mario no lo sepulten, ni los políticos, ni la sociedad, ni el tiempo.

Los reporteros asisten a las afueras del Palacio de Gobierno. En la Plaza Central las palabras retratan al Mario profesional, y van más allá, las palabras se convierten en la insistencia de la revisión del caso, de la continuidad de búsqueda de justicia, el cese al fuego contra periodistas.

Entorno a un altar diminuto, con una foto de Mario, y flores, y la luz de veladoras encendidas, las palabras intentan alumbrar a los presentes. En la reunión se comentan los recuerdos sobre el reportero asesinado, las anécdotas de aquel otrora joven que un día bajó a la capital chiapaneca para ingresar a la Universidad Autónoma de Chiapas, a cursar la carrera de Ciencias de Comunicación. Su prestancia para con los otros, el abrazo siempre dispuesto, la solidaridad como un digno apellido en el nombre de Mario. Mario quien luego de un tiempo en la capital chiapaneca, regresó a su pueblo natal: Yajalón, allí donde nació, allí donde murió.

Mario, el siempre bromista, el que también hacia bullying en tono de gracia a su camarada, colega, Isaín Mandujano, corresponsal de Proceso.

La sociedad reclama una prensa libre pero tampoco tenemos una sociedad libre

Isaín ha sido víctima del acoso político, por su ejercicio que incomoda. Isaín conoce los intríngulis de la profesión, vive, a decir de él, “pegado a la barda”. Isaín es quien lleva la batuta en esas oraciones que convocan a permanecer en la lucha por esclarecer el crimen de Mario. Isaín es quien relata y opina sobre el crimen de Mario Gómez, su ex colega:

–Isaín, cuando matan a un periodista la sociedad se queda tuerta.

–El crimen de un periodista es de alto impacto porque somos personajes visibles, somos personajes públicos, somos referentes en algunos pueblos, como en Yajaló Mario era referente, no era un periodista cualquiera, Mario era el periodista del pueblo, Mario no era un periodista empírico, tenía su carrera de Ciencias de la Comunicación, y era muy precavido, sabía qué publicar y qué no publicar. Este asesinato debería preocupar a la sociedad, sin embargo vemos una sociedad omisa, sumisa, sometida. La sociedad reclama a los medios su sumisión, pero la prensa puede llegar a ser un reflejo fiel de esta sociedad, sociedad omisa, la sociedad reclama una prensa libre pero tampoco tenemos una sociedad libre, independiente, tenemos una sociedad parasitaría del erario público, una sociedad donde el gran empleador de Chiapas es el Estado.

Mario estaba consciente de que la autocensura era parte de su trabajo cotidiano periodístico, y no porque él quisiera, sino porque no podía publicar ciertos temas.

A mí cuando me dijeron que le dispararon a Mario, lo primero que hago es marcarle a su celular, a ver quién contesta, la primera que contestó fue su hermana y me identificó porque Mario me tenía registrado en su teléfono, y me dijo: Isaí, acaban de dispararle a mi hermano, está en el hospital y parece que va a morir, fue de alto impacto, Mario era uno de mis compañeros que me ayudaba a cubrir la noticia en la región, porque estoy muy distante de la región, en mi cobertura de toda la geografía chiapaneca para un medio nacional, a veces me apoyo de algunos colegas que me ayudan a confirmar, verificar cierta información, y Mario era un compañero que me apoyaba, sin remuneración alguna, simplemente solidaridad, porque yo también era solidario con él, y no era la primera vez que Mario sufría este tipo de ataques, esta vez fue letal, pero anteriormente había recibido amenazas y agresiones y uno como compañero pues estamos ahí solidarios con él.

A él lo mataron afuera de su casa, un viernes 21 de septiembre, un viernes negro para el periodismo chiapaneco paradójicamente en el día internacional para la paz, le dieron cuatro disparos, dos de ellos letales. Mario se confió, además el estado le quitó la seguridad que tenía, él se sentía incómodo de andar con guardaespaldas, lo más que llegó a poner fue una cámara de vigilancia, que son las que están circulando, que tenemos de los sicarios y cómo lo ejecutaron. Mario bajó la guardia porque hubo una elecciones, se cambia todo el panorama político, y él se confió porque realmente contra los delincuentes no tenía nada que temer, no había publicado nada que los incomodara, yo creo que aquí los delincuentes habrán recibido la orden de alguien, más allá, sospecho que podrían haber otros intereses y no precisamente del crimen organizado. Quizá Mario sea una estadística más de la impunidad, pero seguramente si dejamos de protestar su asesinato se olvidará más pronto.

Creímos que Chiapas era un paraíso

–¿Aun así tú seguirás ejerciendo el periodismo?

–Esto es amor y pasión, tenemos que seguir en ello, y claro que tenemos miedo, la muerte nos acompaña siempre a los periodistas, no sabemos en qué momento vamos a morir porque vivimos en un estado de impunidad y violencia. El miedo está latente siempre, y el miedo no es malo, es un semáforo que ayuda a prevenir.

–Pero los asesinos se brincan el semáforo.

–Claro, yo soy de los que dice que cuando te toca aunque te quites, y cuando no, aunque te pongas. Si algún día tendrá que pasar, pasará, no es que yo quiera, me encanta la vida. Por lo pronto sobre el asesinato de Mario seguiremos protestando.

Siempre le decía a Mario, vale más perder la nota que la vida, y lo que tú no vayas a publicar mándamelo a mí porque yo estoy más lejos de los malandros.

Después de la guerra contra el crimen organizado, creíamos que Chiapas era un paraíso, que en Chiapas no nos iba a alcanzar esta violencia, sin embargo sí nos alcanzó, desde hace muchos años en Chiapas se está viviendo una espiral de inseguridad, muchos municipios ha tenido asesinatos políticos, habló de municipios como Yajajón, Tumbalá, Tila, Ocosingo, que a Mario Gómez Sánchez le tocaba reportear, le tocaban cubrir para un periódico de aquí de la capital, que es miembro de la Organización Mexicana, donde Mario trabajaba.

Mario Gómez era muy cauteloso en no publicar cuestiones que tienen qué ver con delincuentes, ni narcotráfico, ni narcomenudistas, nada que tuviera que ver con gente del crimen organizado de la zona porque sabía que en ello iba la vida, yo creo que aquí Mario no es como mucha gente cree que publicó algo, más bien quedó en ese fuego cruzado entre grupos de poder político allá en Yajaló, este municipio que está en la región al norte del estado de Chiapas.

Mario finalmente fue una víctima de esta inseguridad y estas omisiones del estado mexicano, y cuando hablo del estado mexicano hablo de los tres niveles de gobierno: municipio, estado y federación que han permitido por omisión o comisión la proliferación de grupos que se dedican a asaltos, extorsiones, secuestros, narcomenudeo, tráfico de personas, trata de personas, en fin, una serie de delitos que se registran en estas regiones y en otras del estado de Chiapas, como en la frontera.

Realmente es terrible lo que está pasando aquí, ya estamos aportando nuestra cuota de sangre a esta larga lista de 119 periodistas asesinados del 2000 a la fecha, la mayoría hombres, 92 por ciento hombres, 8 por ciento mujeres, y también tenemos periodistas desaparecidos a nivel nacional y una larga lista de compañeros exiliados en Sudamérica, Europa, Norteamérica, compañeros que se fueron de aquí porque no era vida la que tenían acá, independientemente del escenario de auto censura que provoca este escenario de impunidad, de corrupción, de violencia que se genera en México.

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