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Siempre me han fascinado los personajes que no logran encajar en la sociedad

En ocasiones dan ganas de arrojar el libro por la  ventana, o tal vez tener una letrina a la vista. Y sepultarlo para siempre.

Ocurre que Pandora, (Tusquets 2015), de Liliana V. Blum, es un dardo constante en medio del corazón. Aquí habitan las historias que me hacen abominar al ser humano. (¿Qué tan humano?). Aquí la danza de la incertidumbre, las palabras con ritmo puntual y temas que incomodan. Hasta el deseo de llevarme la mano hacia la cocina y tomar un cuchillo, salir en busca de esos personajes que irritan de más.

Si ya antes con Residuos de espanto, Liliana me había impresionado, por su propuesta rítmica, por su contenido desgarrador, hoy, con Pandora, no hace más que ratificar mi concepción de su calidad narrativa. El compromiso con el oficio es toral en V. Blum.

Ayer se presentó en el marco de la Feria del Libro Hermosillo 2015, las palabras para reseñar la novela estuvieron desde la voz de Imanol Caneyada. Hoy compartimos esta conversación con Liliana:

— Sobre Pandora, tu novela, ¿Por qué eliges este tema?

–El tema es una excusa (aunque muy vistosa) para abordar otros subtemas que me apasionan. Es también una gran crítica a la sociedad en que vivimos, y en especial al mundo femenino. Pero en general abordo temas que algunos han llamado escabrosos-morbosos-sucios-feos porque siempre me han fascinado los personajes que no logran encajar en la sociedad porque son muy distintos a la norma. Me gusta explorar cómo resuelven estas diferencias en su intento de buscar el placer o la felicidad.

–¿La discriminación a partir de la estética o no, física, es cultural, instintiva?

–Creo que es puramente cultural. Existen culturas en el llamado tercer mundo, tribus alejadas de la civilización occidental, en las que la mujer gorda es considerada hermosa, y la huesuda y famélica, repulsiva. Los valores estéticos de belleza son el producto de un determinado lugar en el mundo, en un determinado momento en el tiempo. Desde luego, así como el pez que siempre está en el agua y no sabe que está mojada, al estar inmersos en nuestra propia cultura, no podemos concebir que la estética del deseo pueda ser no sólo diferente, sino diametralmente opuesta a la propia.

–¿Cuáles son los objetivos de esta historia?

–Ninguno. Yo creo que la narrativa debe limitarse a mostrar, no a demostrar. Al escribir no pretendo nada más que mis lectores se diviertan y, de ser posible, sientan o piensen algo al terminar. Cualquier cosa. Si después de leer Pandora se quedan con dudas, inquietudes, y ganas de discutir ciertos temas porque la novela les removió algo, creo que me doy por satisfecha.

— Partiendo de que uno de los personajes principales, es médico, y ejerce la crueldad por perversión, por tirano, por lo que sea, ¿la sensibilidad no se construye en las aulas?

–Mi visión en cuanto a la naturaleza humana es un poco negativa. Creo que somos más que nada, genética y medio ambiente. A pesar de que los padres y las aulas pueden enseñarnos ciertas cosas, creo que un psicópata puede ser estudiante con notas altas, educado con quien le rodea, la persona con los modales más exquisitos, un voluntario en el asilo de ancianos, el mejor papá del mundo, un donador de sangre y un manifestante enjundioso por cualquier causa social, ir a misa, salvar un perro atropellado, y aun así, tener el jardín sembrado con mujeres muertas. Así que no, no creo que las aulas puedan hacer nada por modificar ciertas personalidades.

–¿Cuál es tu postura sobre la infidelidad?, previendo que es tema toral en Pandora.

–Esto tipo de posturas varía según la edad y el sexo de cada quien. Aunque de joven yo era de esas que juraban que era algo que no toleraría jamás de nadie, en la práctica y con el paso de los años, uno se da cuenta de que hay más en una relación que un encuentro carnal que puede durar un cierto tiempo. Creo que lo más doloroso de la infidelidad es la sensación de sentirse estúpido; es decir, haber confiado y luego saberse engañado. Creo que la monogamia es un estado antinatural y algo casi imposible de pedirle a otro ser humano y, a pesar de la cuantiosa evidencia que prueba lo que acabo de decir, vivimos en una cultura en la que se asume que dos personas pueden y deben tener la misma pareja sexual si es que se aman, independientemente de si su unión es legal o no. Pensar que nos pertenece el cuerpo del otro, así como sus acciones, es una idea muy soberbia y egoísta. Sin embargo, crecemos aprendiendo que así es.

–¿Qué personaje te duele más, en caso de que así sea, Abril o Pandora o Gerardo?

–Los tres son personajes profundamente infelices, pero creo que en general, las mujeres en el mundo la pasan peor que sus contrapartes masculinas por razones muy variadas. No logro decidirme entre cuál de estas dos mujeres me produce más compasión. Aunque aparentemente Abril tiene todo para ser feliz (es bella, delgada, lleva un nivel de vida privilegiado, no sufre de maltrato físico, tiene dos hijos hermosos y un marido guapo y exitoso), en realidad su vida es patética: lucha todos los días una batalla contra su peso, vive en un constante estado de hambruna, y de inseguridad. Me parece que vivir privándose de todo por voluntad propia debe de ser terrible. La infidelidad de Pandora es mucho más fácil de entender: como es la antítesis de todo lo que la sociedad dice que una mujer debe de ser, sufre rechazos, agresiones y marginación desde sus primeros años, incluso desde su familia. Creo que al final me duele más Pandora, ya que me parece que después del final, Abril tiene posibilidades de rehacer su vida desde otro ángulo e intentar ser feliz, pero la protagonista no tiene esta oportunidad.

— ¿De dónde le nace a Gerardo su proclividad, deseo, por las mujeres gordas?

–Aunque en la novela hay un capítulo que recuerda la primera experiencia erótica de un Gerardo púber, con una tía gorda, en realidad creo que todos nacemos con una sexualidad definida al nacer. Por supuesto que nadie le pregunta al hombre heterosexual o la mujer heterosexual a qué edad se dio cuenta de que le gustaban las personas del sexo opuesto, porque como esa práctica sexual se asume como la norma, ni siquiera nos cuestionamos a qué se debe. Yo creo que el deseo de cada quien ya viene definido desde el momento que el cerebro se forma como tal in útero. Es mi teoría. Desde luego, no existe prueba alguna en cuanto a eso, pero tampoco en relación a lo contrario.

–¿Qué te ocurre al escribir la palabra fin, el último punto de la historia de Pandora?

–Una sensación de alivio, de alegría, pero también de nostalgia. Desde que empecé a escribir Pandora hasta que salió publicada, pasaron cerca de diez años. Reescritura, revisiones, quitar, poner, reacomodar, replantear. También me dejó un gran aprendizaje en cuanto a la escritura. Desde luego, también las ganas de repetir la hazaña de escribir y terminar una nueva novela. Ya estoy en ello.

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