El arte y su interpretación. Subir por ejemplo a un camión a mediodía. Contemplar en el recorrido la ciudad que nos habita el interior.

Emprender un proyecto con la premisa fundamental de la libertad. Saber que tenemos el cuerpo y la celebración del movimiento, inminente.

Debo decir que a eso le apuesta Dédalo Artes Escénicas, a través de la danza contemporánea. Y entonces las ideas se manifiestan al ritmo de la música propuesta por Panóptica, en la coreografía que dirige Henry Torres Blanco y cuyos argumentos exhiben el Hermosillo, capital del calor en su hora plena: a 45 grados.

Y ya en el interior de la ruta que nos conduce a la expectación, desde los cristales y el movimiento sobre el asfalto, porque Hermosillo es una ciudad-pueblo de camiones, iniciamos ese recorrido con la mirada. Los cuerpos que están allí, las voces que nos guían hacia la historia que fue pasado y que conecta con el presente, lo que somos.

Nomás iniciar la puesta y un olor a paja húmeda nos taladra la memoria, y somos esos niños que cubeta en mano, en plenitud de la canícula, acudíamos a empapar las rejillas del cúler, como para que el sopor nos permitiera alcanzar resuello.

Así las imágenes, con la premura de indagar instantes cruciales de nuestra historia, la cultura e idiosincrasia que somos.

Entonces el atino, las escenas que confabulan para ofertarnos los más atinados contrastes de la city que un día fue. Hay, por ejemplo, el tormento insoslayable de ese peatón nunca indiferente por la meta que se traza: llegar a casa con los bolsillos inconclusos pero la mirada feliz ante los hijos que aguardan por un gesto de amor.

La lucha recurrente, el último trecho para lograr la permanencia en la vida, empujar con la más enorme de las fortalezas. Porque eso nos contaron, porque claudicar nunca jamás.

Y mientras esto ocurre, la pasarela luce las sonrisas que fingen moda, la trivialidad constante de quienes elaboran los manuales para gente bien, en el interior de Mazón Bulevares. (Interpretación vivaz, alegre, despreocupada, el gozo en el movimiento que salpica fulgor).

Los bailarines que se dan. Las historias que nos narran: descripción de la cultura de una ciudad, de un estado, donde se acostumbra usar sombrero, comer coyotas, acudir a los bailes, entramar proyectos y encontrar fatalidad.

La leyenda emblemática de una noche de baile, en el mítico casino del diablo, en el deseo del cuerpo, en el misterio de las palabras, en la concreción de los personajes que integran 45 grados.

El romance insoslayable, la pasión, la posesión. ¿Bailas?

La propuesta que nos hace reventarnos de alegría en la corriente del canal de Villa de Seris, en el más onírico paisaje a bordo de una lancha o bien dentro de la vida que es un carrito chocón el domingo por la tarde en el parque infantil.

La desgracia que es desolación, la búsqueda del quién soy y para qué estoy aquí.

Este es el line up:

45 grados. Dirección General: Pedro Nuñez. Coreografía: Henry Torres Blanco. Composición sonora: Roberto Mendoza. Iluminación: Harold García Sandoval. Asistente general: Ulises Corella. Intérpretes: Zuleima Burruel, Ana Luisa Beltrán, Bibiana Caro, Emiliano Castro y Pedro Nuñez.

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