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La vocación no la pone la escuela, y sin vocación no hay carrera: Ignacio Flores de la Lama

En una espacio sobrio, debajo del teatro del COBACH. En una mañana de sábado. Con café y palabras. Ocurre la oferta del discurso. La interpretación de los conceptos sobre dirección escénica hacia una pedagogía heterodoxa. Un montón de interesados. Los oídos dispuestos, los ojos absortos.

Esta charla la imparte Ignacio Flores de la Lama, quien es director, maestro, de teatro. La charla que a la postre se transforma en conversación gira sobre tres ejes: ¿por qué hacemos teatro, qué es ser director de escena y cómo se forma un director?

Este mismo sábado, por la noche, en el mismo teatro, y convocado por Instituto Municipal de Cultura y Arte de Hermosillo, ocurrió la puesta en escena Noreste. La dirección del maestro de marras. La anécdota: la interminable pugna por el cese al fuego en un país devastado: Chechenia. Los espectadores estuvimos allí, en la Rusia y un teatro tomado por un grupo armado.

Pero antes, esa misma mañana de charla, allí afuerita del área de camerinos, una conversación con Ignacio:

–En la charla que acabas de impartir hay algo que me rebota en las sienes: dices que la escuela no hace al actor, ni al director. Entonces, ¿para qué sirve la escuela?

–Históricamente las escuelas han funcionado para dar entrenamiento sistematizado, las buenas escuelas dan buen entrenamiento y las malas dan mal entrenamiento, pero eso es lo que las escuelas son. Te voy a poner un par de ejemplos muy claros: la vocación, que es un elemento indispensable para la carrera del actor, del director, del dramaturgo y de lo que tú quieras, la vocación no la pone la escuela, y sin vocación no hay carrera. El talento, entendido esto como facultades inherentes, eso que da natura, eso que bajó del cielo, eso que te regaló diosito, no lo da la escuela, y sin talento tampoco hay carrera. Hay tienes dos componentes esenciales, vocación y talento, que no lo vas a encontrar en ninguna institución, por lo tanto lo que las escuelas te dan es entrenamiento, entrenamiento sistematizado que es muy necesario y es muy recomendable tener una estructura. Esta afirmación que hago no es para denostar el trabajo de las escuelas, sino al contrario, imagínate, soy director de una y subdirector de otra, yo creo en el entrenamiento sistematizado, de lo que estoy totalmente convencido es que no es sólo allí donde se forma el actor.

–¿Dónde se forma?

— Primero habría qué ver no solamente dónde se forma, y se forma a través del enriquecimiento de todo su entorno, todo su entorno, lo que conocemos como el contexto, todo lo que lo envuelve y determina, lo convierte en aquello que él aspira a ser. En estos días entendemos la vocación como el compromiso a toda prueba. Hubo una época en que la palabra vocación, del latín vocare, estaba vinculada con una idea de un determinismo, esta idea estaba vinculada a un llamado del cielo, donde yo iba a hacer algo porque había un plan de vida diseñado para mí, hoy por hoy no entendemos la vocación así, hoy entendemos la vocación como compromisos a toda prueba, eso nos hace viajar kilómetros, pedir becas, estar bajo la lluvia, de pronto discutir con la familia, sin importar para ir en pos de aquello que soñamos, pienso en los jóvenes y directores que van con todo, ahí es donde reflejan su vocación y esta vocación me parece es una condición indispensable, si esta vocación no se verifica, no se comprueba, generalmente con descalabros, de lo que estamos hablando más bien es de un espejismo, es decir: yo quiero ser actor, sí pero no está verificada la vocación en la práctica, entonces lo primero que tenemos que encontrar es gente que tenga vocaciones verificadas, no como una entelequia, no como un espejismo, no como un sueño aspiracional sino como algo a lo que están decididos a dedicarle un buen trozo de su propia existencia. Esa es condición indispensable.

La segunda es que tengan las facultades inherentes, algunos le llaman talento, es una palabra difícil de dilucidar, pero pensemos que estamos pensando en facultades naturales, creo que eso se requiere, por decirte algo, no creo que s epoda ser bombero y tenerle temor a las alturas, ser torero y tener un profundo respeto a la vida de los animales, no se puede, está contraindicado, no se puede ser actor y tener un bloqueo para ser visto y oído. Hay condiciones inherentes y me parece que hay que tratar de encontrar en el aspirante esas condiciones intrínsecas, digamos, a las que les llamamos talento. Lo primero que hay que hacer, creo yo, es identificar que la vocación no es una vocación peregrina, que esté verificada y sea cierta, y que tenga el mínimo de facultades inherentes, ahí es donde entra el entrenamiento, ahí es donde entra la escuela, entonces la escuela ya tiene a alguien comprometido y facultado, y ahí es donde puede aparecer el autor que además tiene qué ver fuera del aula, que tiene qué ver todo lo que conocemos como el universo referencial. Hoy por hoy un actor se forma o se deforma, cuando lee o no lee, cuando viaja o no viaja, cuando ve o no ve teatro, entonces todo eso va a determinar su desarrollo y su formación profesional.

–Sé que no eres adivino, pero sé que intuyes. Apostando y dándole crédito a tu experiencia de vida y ésta dentro del arte, en  este instante de nuestra vida, en nuestro país, permea la violencia, mi pregunta es: ¿en qué hemos fallado, o cómo sería un estado ideal para desarrollar un antídoto contra la violencia en el país?

–Haces una pregunta fundamental, que tiene muchas implicaciones. Hay una manera de explicárnosla, desde la historia como nación, de cómo hemos venido operando, quizá desde la conquista hasta acá, habría una línea de reflexión que tiene qué ver con la historia, de ir dando pasos atrás y ver cómo este país ha estado por mucho tiempo en una pugna entre liberales y conservadores, gente que tiene conciencia social y gente que nomás aspira al poder. Esta reflexión nos llevaría mucho tiempo y no creo que sacara todas las respuestas, pero me parece que es una vertiente que hay que reflexionar para ver cómo fue  que llegamos hasta aquí. A mí me gusta más pensar en términos de la participación en los circuitos, lo voy a tratar de explicar de otra manera: ninguna sociedad ha crecido por el descollamiento de unos cuántos, todas las sociedades avanzan por acumulación, en ese sentido me  gusta pensar qué puedo aportar desde mi trinchera para ese avance. Pienso que en realidad el trabajo no está en denostar o exaltar sino en trabajar en tu órbita tratando de aportar a ese colectivo social, así es como lo veo desde afuera. Por supuesto que podemos señalar las tropelías del gobierno autoritario, por supuesto que podemos ver desde muchos ángulos esto, mi enfoque particular es qué puedo hacer yo desde mi órbita, cómo puedo aportar en mi entorno para que por acumulación y entre todos podamos llegar a una sociedad más justa.

–Cuando lees una nota y te enteras que ayer levantaron a una reportera y apareció muerta y torturada, ¿no hay desesperanza, cuál es tu reacción?

–Mi reacción es vacunarme. Inmediatamente trato de vacunarme contra la indiferencia, mi sensación es un poco como aquella canción que canta Ana Belén, sólo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente. Me parece que una de las grandes responsabilidades que tenemos es el no acostumbrarnos al horror, si estoy entendiendo bien la pregunta, el primer movimiento del espíritu, inmediato y de botepronto, esto es terrible, es siniestro, pero por favor que no se nos haga costumbre, que no lo dé por hecho, porque un día abro la puerta, está un descuartizado, lo hago a un lado y sigo caminando. No creo que debamos volvernos, bajo ningún concepto, complacientes. Quizá lo primero que hay que hacer es tener un sentido de alerta y responsabilidad sobre la realidad que estamos viviendo.

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