El boom de la inteligencia artificial en 2022 ha llevado al público en general a utilizar diversas herramientas, como DALL-E Mini (renombrada como Craiyon), que generan imágenes sorprendentes a partir de texto. Estas aplicaciones han sido ampliamente adoptadas, generando una avalancha de imágenes únicas y fantásticas. Sin embargo, Craiyon no fue la primera en este campo, ya que otras IA como DALL-E y DeepDream de Google existían previamente. Desde entonces, han surgido nuevas opciones como Imagen y Parti de Google, NUWA-Infinity de Microsoft y Dream de Wombo, cada una con características y resultados distintos.

EL MUNDO LABORAL EN UN FUTURO CON IA

La popularidad de DALL-E Mini generó inquietud entre diseñadores e ilustradores, quienes se preguntaban si estas herramientas podrían reemplazar su trabajo en el futuro. La idea de utilizar imágenes generadas por inteligencias artificiales en artículos y portadas de medios de comunicación contribuyó a aumentar estos temores.

Está claro que estas primeras inteligencias artificiales están inaugurando tímidamente un nuevo modelo de sociedad en el que, poco a poco, irán reemplazándonos en multitud de tareas, realizándolas de forma mucho más rápida y efectiva que nosotros. ¿Qué haremos los humanos en lugar de trabajar? Ese será, sin duda, uno de los debates más importantes de este siglo, pero volvamos al presente.

LAS IA TODAVÍA NOS NECESITAN

A pesar de que las grandes compañías que están detrás de muchos de estos proyectos, como Meta o Amazon, nos quieran hacer creer que todo lo que producen estas IA surge de forma mágica y todo sale perfecto y a la primera, en realidad, a día de hoy, la mayoría consiguen, de partida, resultados bastante imperfectos. GPT-3, por ejemplo, suele inventarse datos y sacar conclusiones a partir de ellos sin preocuparse por la deontología periodística; o también hacer comentarios o chistes racistas.

Por lo tanto, las IA todavía necesitan del trabajo de miles de humanos que siguen enseñándolas cada día. Y este trabajo, que resulta especialmente tedioso y repetitivo, no se está realizando precisamente por pulcros empleados bien remunerados que trabajan en oficinas futuristas de Silicon Valley, sino que, fundamentalmente, recae en trabajadores freelance mal pagados que se concentran en países del África subsahariana y del Sudeste asiático.

En este sentido, el desarrollo de las IA se diferencia muy poco de otros grandes procesos de producción, como el de la industria textil o la fabricación de dispositivos tecnológicos: trabajadores de países en desarrollo ceden su fuerza laboral a grandes empresas occidentales, que venden sus productos por mucho dinero mientras que ellos cobran un salario de subsistencia.

Según explica Chloe Xiang en un artículo publicado en la revista Motherboard, estos trabajadores llevan a cabo tareas que individualmente representan poco valor añadido, pero para las que se necesitan auténticas masas de obreros. Los trabajos consisten en realizar pruebas de los productos en desarrollo, entrar y etiquetar datos o moderar los contenidos y los resultados de la IA (por ejemplo, intentar eliminar los comentarios racistas de los que hablábamos anteriormente).

Este modelo laboral, aunque evidentemente no resulta tan duro físicamente como el que se realizaba en el pasado en las plantaciones, se parece bastante al del colonialismo. No deja de ser una nueva forma de explotación de las personas de los países en desarrollo por parte de los países ricos.

Los trabajadores pueden llegar a cobrar 1,50 dólares la hora, según explicó la revista Time, y consiguen sus puestos accediendo a plataformas como Crowdflower, Amazon Mechanical Turk o Clickworker, que funcionan de forma parecida a las plataformas de riders que todos conocemos.

UN NUEVO PROLETARIADO GLOBAL

Ya en 2017, cuando las IA todavía resultaban para muchos poco más que una utopía, Mary L. Gray y Siddharth Suri advirtieron de que los nuevos sistemas de inteligencia artificial que se estaban construyendo necesitarían durante mucho tiempo de grandes cantidades de trabajo humano para seguir perfeccionándose.

Así lo recogieron en un artículo de la Harvard Business Review titulado “The Humans Working Behind the AI Curtain” (Los humanos que trabajan tras el telón de las IA). Igualmente, era necesario plantearse seriamente cómo hacer que estos empleos fueran éticos y sostenibles.

«Esta fuerza laboral», afirmaban los autores, «merece formación, apoyo y una compensación adecuada por estar preparados y dispuestos a realizar un trabajo muy importante y que muchos pueden encontrar tedioso o demasiado exigente».

Según este artículo, al igual que las empresas de alimentación están obligadas a publicar la lista de ingredientes de sus productos, en el nuevo sector de las IA —y, en general, en todo el sector digital—, los usuarios también tenemos derecho a solicitar a estas empresas que sean transparentes y nos expliquen quién está detrás de sus aplicaciones y sus contenidos digitales.

Deja un comentario