Triste que cuando un policía es despedido con las sirenas y un pase de lista generalmente es porque cayó en cumplimiento del servicio.

Triste para los compañeros ir con la familia a explicar y dar el pésame a sus deudos. Es lo que habitualmente sucede, pero no siempre debe ser así. Los homenajes y reconocimientos deberían ser en vida.

Este domingo tuve oportunidad de presenciar el último turno de un policía estatal de Sonora. Su último día en formación y su último recorrido oficial en una patrulla donde de seguro tantas veces fue de aquí para allá en labores peligrosas y también para ayudar a la gente.

Abelardo es llevado al patio de la base de la PESP en Hermosillo donde sus compañeros lo despedirán pues es su último turno.

Luego de 31 años Abelardo Gaxiola Ruiz deja el uniforme y la rutina dentro de una corporación que por tantos años, día a día llevó con disciplina, compromiso y honor.

Fue parte de la extinta policía judicial, en el mismo edificio donde ahora cierra este ciclo de vida, relativamente joven porque se jubila pero aún tiene mucha pila. También fue policía municipal pero la mayoría de su servicio lo pasó en ayudantía desde el Gobernador Armando Lopez Nogales hasta el actual, Alfonso Durazo.

Le tocó la creación de la Policía Estatal de Seguridad Pública como la conocemos, esa que empezó con patrullas rojas y grises y cuando tenían uniformes estampados con camuflaje.

Abelardo sirvió por más de 30 años a los sonorenses y hoy es tiempo de ir a disfrutar a su familia.

Para Abelardo, todos estos años no han sido nada fácil, sacrificar tiempo con su familia, ver crecer a sus hijos estando lejos y sobre todo la incertidumbre de salir por la mañana y no saber si regresaría era parte del día a día, pero hoy, hoy regresa a casa. A salvo, listo para una nueva etapa junto a los suyos.

En el último pase de lista, el comandante Marco Alejandro Preciado, Coordinador de la base en Hermosillo de la PESP, explicaba a los demás compañeros la importancia de reconocer la trayectoria y entrega de un elemento y acompañarlo a su casa con la satisfacción de ver a sus a sus familiares y haber cumplido con llevarlo a salvo. La mayoría de las veces ha sido lo contrario y mientras lo explica, su mirada lo refleja.

El comandante Marco Alejandro Preciado, coordinador de la base de la PESP en Hermosillo habla con sus elementos sobre lo importante de reconocer en vida el trabajo realizado.

Ser policía no debe ser fácil y el riesgo es alto, por eso todo el reconocimiento a la labor de los policía estatales que no solo combaten la inseguridad desde su trinchera, hacen mucho más y pocas veces son reconocidos por los ciudadanos. Hoy se busca contar una historia distinta. Una historia con final feliz.

Luego del pase de lista, Abelardo entregó su arma de cargo, hizo algún papeleo y luego fue momento de ir a casa. Abordó una patrulla que lo llevó escoltado por otros compañeros en una caravana que de nuevo, cuando las vemos son generalmente para ir a despedirlos al panteón. En esta ocasión el comandante Preciado comentó mientras el convoy daba vuelta en otra dirección: “qué bueno que hoy vamos por otro camino” después recordaron que han sido muchos compañeros caídos que han tenido que despedir en tantos años de trabajar. Tal vez demasiados.

La emoción del deber cumplido no se puede esconder.

Ya cerca de la casa de Abelardo, la emoción como que quiso pegarle porque sus ojos se humedecieron un poco y yo, imprudente, puse mi cámara frente a él para tratar de captar esa reacción pero solo se secó un poco y volteó para otro lado. Pero estaba emocionado porque por la ventana se veía una gran comitiva con globos y todo esperándolo frente a su casa.

Al llegar la alegría fue mucha y su mamá corrió a abrazarlo, sus hijos, su esposa. Pero también abrazaron al comandante Preciado y le agradecieron el gesto, el reconocimiento y esa empatía hacia Abelardo y sus compañeros porque a veces hay que tener la visión de cambiar el chip y también contar las cosas buenas, esas que mueven.

Luego de tantos años de ver a su hijo policía salir por la puerta sin saber cuándo volvería, hoy hay lágrimas de alegría.

Tras la emotiva recepción, llegó el momento de dejar que la familia celebrara la llegada de Abelardo y un bonito gesto se dio entre Abelardo y su comandante, firmes y la mano a la frente como saludo de respeto. En la calle, las patrullas con las sirenas prendidas y los compañeros que en unos años también estarán reuniéndose con sus familias luego del deber cumplido para festejar igual que Abelardo.

Respeto y años de amistad.