Inicio Alejandro Ramírez Arballo La solidaridad es nuestra esperanza

La solidaridad es nuestra esperanza

Hay una fuerza superior, una fuerza invisible que determina en gran medida las circunstancias de nuestra vida. No se trata de la naturaleza, tampoco de Dios o del azar. Es un poder invisible que mata a millones de personas, que limita las posibilidades vitales de otros tantos y que hunde sus raíces en la avaricia y el materialismo. Hablo del sistema económico global, de los mecanismos estructurales de una época como la nuestra, que fomenta el lucro como razón de ser de la persona y el éxito como su única meta. En este ambiente es que se nos hace ver, se nos educa incluso en la idea de que las relaciones interpersonales deben basarse en la competencia y en la consecuente eliminación de los obstáculos que se interpongan entre nuestra voluntad y el objeto de nuestros caprichos. Esta es la raíz del mal, este es el escenario sobre el que se ha montado esta tragicomedia posmoderna, que no es otra cosa que una profunda crisis de valores humanos.

El planeta no dará para más y en algún momento tendremos que darnos cuenta de nuestra estupidez sin límite. Estamos atravesando actualmente por un cambio de paradigma socioeconómico que debe resultar, así lo creo y lo espero, en una nueva realidad humana. Todos podemos participar de estos fascinantes tiempos de cambio, particularmente desde la solidaridad, desde la adquisición de una consciencia trascendente de nuestro ser, lo que implica que estamos llamados a la caridad, que es amor, que es caminar en los zapatos del otro y sentir en nuestra propia piel el dolor de nuestra hermana o hermano. Mientras no se dé esta conciencia, que yo asumo como profundamente cristiana, no creo que exista posibilidad de éxito para este enloquecido proyecto llamado humanidad.

Dentro de ti tienes el llamado a la acción solidaria, porque eres persona y todos hemos sido creados con esa propensión al encuentro con los demás. El virus de la avaricia es de cuño reciente, es una aberración fabricada en los laboratorios de la maldad y el no darnos cuenta de ello es ayudar en su propagación. Corta la cadena ahora mismo, deja de pensar en un “yo” y comienza a pensar en un “nosotros”, porque acaso esta sea nuestra última esperanza.

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