Inicio Carlos Sánchez Los periodistas tenemos que ser militantes contra la impunidad

Los periodistas tenemos que ser militantes contra la impunidad

Aquí se conversa con Katia D’ Artigues, la escritora, la periodista, la reportera, quien vino a Hermosillo a presentar su más reciente libro Una lección para todas (Grijalbo 2015), en el marco de Todos leemos, que coordina el Instituto Sonorense de Cultura, y en esta ocasión con Proyecto Puente. Promoción y difusión de la lectura.

Katia D’ Artigues entrevistó y convivió con tres ex candidatas a la presidencia de la república mexicana: Josefina Vázquez Mota, Cecilia Soto y Patricia Mercado; de esas conversaciones emana la publicación de marras.

Con Katia los temas se diversifican. De la infancia que marca el destino, las obsesiones de los acontecimientos que desencadenan en el deseo de escribir.

Todo esto ocurre ante una taza de café, debajo del sol que habita Hermosillo.

Katia apaga la luz. Sí, mamá. Y leía bajo las sábanas con la linterna

–¿Qué te significa vivir de la palabra, tu vocación?

–Es un privilegio. Me sorprendo mucho con mi vida. Si bien siempre fui cercana a los libros, a las letras, incluso como una forma de evadir mi realidad infantil, por timidez, porque siempre en los libros encontré un amigo y un escape, incluso en situaciones difíciles, la verdad nunca pensé que fuera yo la protagonista de decidir las cosas, siempre pensé que más bien iba a estar dedicada a cosas de producción, de investigación; me gusta mucho la química, mi familia es de químicos, gente seria, pues. Y pensé que mi camino iba a ir por ahí, pero siempre a la par, escribía cuentos y sobre todo leía. Yo también creo que los escritores son lectores que se atreven a escribir.

Es un enorme privilegio, y es un reto porque es algo de lo que constantemente aprendo y de lo que constantemente me siento incapaz de transmitir lo que veo, siento y vivo. Recuerdo mucho a Orania Falacci, que es una de las masters, en Entrevista con la historia, cuando en este gran prólogo que he leído muchas veces, ella dice que tiene miedo que le falten ojos y oídos para percibir todo lo que quiere reflejar. Esa es solamente una parte, otra parte es esta labor, este oficio de encontrar las evasivas palabras para reflejar lo que quieres decir o retratar.

–¿Cómo era el contexto de tu infancia con los libros?

–Vengo de una familia de no lectores. Mis papás leían muy poco, leían lo que tenían que leer, no recuerdo haberlos visto leer por placer, pero yo me enganché muy pronto, creo que por mi timidez y encontré en Agatha Christie, que fue mi primera gran autora, en la biblioteca de la escuela a la que asistía, un refugio quizá para no enfrentar la enorme inadecuación social en la que me sentía. Fui una nerd de niña, en mi familia (esto ya parece sesión de sicoanalista, luego me pasas la cuenta), siempre fui destacada como estudiante y esa era mi manera de sentirme a gusto conmigo. Yo era la típica niña sangronsísima que llegaba a la escuela y ¿maestro ya va a pedir la tarea? Era también como una rebeldía, no me sentía capaz de incorporarme a los juegos de los demás, me sentía torpe o fea, muy fea. Me refugiaba en el argumento de que yo era la inteligente. Me clavaba leyendo y era la típica: Katia apaga la luz. Sí, mamá. Y leía bajo las sábanas con la linterna y hasta que me quedaba dormida o acababa el libro porque no podía dejar de leerlo. Esto se volvió una suerte de barrera. Recuerdo, por ejemplo, un momento duro y entrañable con mi hermana, la única que tengo y es cinco años menor que yo, también muy inteligente, que una vez que me estaba ayudando a cambiarme de casa, me ayudaba a empacar mis libros, hasta que llegó un momento en que me dijo: ¿Sabes qué Katia?, ya no quiero empacar libros, empaco lo que quieras pero libros no. Yo le dije: pero ¿por qué, Mayra? Me dijo: Quizá porque me da tanto coraje que tantas veces yo quería jugar contigo y tú te la pasabas con un libro debajo de la nariz. Entonces esto es algo que me ha abierto muchas puertas, muchos mundos, de un enorme privilegio, pero que también me cerró, y ahora paradójicamente abre, en otro momento de mi vida, la socialización con el resto del mundo.

También fue un refugio porque yo viví en una casa tanática, mi mamá tuvo un hermano que se suicidó a los treintaitrés años, en semana santa, que era gay y que vivía suicidándose, hasta que lo logró. Y no se hablaba del tema pero sí permeaba esta cosa de los secretos, entonces los libros eran una forma de evadirme de aquello intangible que me rodeaba, que era muy incómodo, que me molestaba y refugiarme en otro lado, además que la relación entre mis padres, a pesar de que tuve una infancia contenta, por los libros, por mi hermana que adoro y es de las personas que más quiero en la vida, por mi prima Vanesa que me lleva un mes y crecimos juntas como hermanas, y sí también tenía amigos pero no era la niña popular; pues me daba todo eso la lectura y también me daba una salida a la incomodidad de una relación disfuncional de pareja que viví con mis papás y este ambiente doloroso, tanático, donde había muchos secretos.

La diversidad sexual no era tan común como ahora, que me parece fantástico que sea de lo más común y sin broncas, pero antes era como un secreto, y yo sí creo que lo de mi tío Luis fue determinante, ya visto a la distancia, ya cuando haces esta narrativa de tu vida y dices por supuesto yo estoy en el lugar que debía haber estado siempre. Porque sí la profesión de periodista quieras o no se dedica a combatir los secretos, a exponer los secretos, a sacar los secretos, entonces creo que el suicidio de mi tío tuvo mucho que ver con mi decisión de dedicarme a ser periodista.

Ser padre y madre es ser testigo privilegiado de la colección de primeras veces de una persona

–En este recuento de libros y ejercicio de periodismo, ¿tu oficio te ha podido convertir en un mejor ser humano?, ¿una mejor madre?

–En el tema de ser madre, para variar, la vida me agarró desprevenida, porque tengo un hijo con discapacidad y yo jamás esperé que tuviera una discapacidad; he aprendido mucho de él, mucho más de lo que pensé. La maternidad es algo que te cambia la vida, la paternidad también, pero tener un hijo con discapacidad es un reto adicional. Yo además fui maestra de kínder, de inglés y me encantan los niños, siempre tuve claro que si no me casaba, como no me he casado, yo sí quería ser madre y lo fui, a los treintaitrés años, por cierto. Pero sí, mi hermana por ejemplo decía que cuando yo tuviera un hijo él jamás me iba a preguntar por qué, como los niños te preguntan constantemente por qué, porque yo lo iba a atiborrar de tantas razones y le iba a explicar todo el mundo, porque me encanta hacer eso, que mi hijo iba a decir: ‘Ya mamá, no quiero saber por qué’. Pero ahora mi hermana tiene una hija, Ana Karen, mi sobrina, que tiene siete años y a quien le dedico el libro, por cierto. Siempre que Ana Karen le pregunta a su mamá ¿por qué?, Mayra le dice pregúntale a Katia; es un gesto super lindo como para llenar ese deseo mío de explicarlo todo.

Yo creo que ser padre y madre es ser testigo privilegiado de la colección de primeras veces de una persona. Ahí estás para la primera vez que descubrió su sombra, la primera vez que descubrió su mano y entonces ese vacío se llena con Ana Karen que me pregunta lo mismo cuántos tipos de tortugas hay, o de dónde viene la palabra sonámbulo. Y para eso también te preparan los libros y aunque nada te prepara para la experiencia de ser madre y quien diga que sí es porque quizá no ha tenido hijos, porque además no es mi experiencia, quizá lo viva alguna vez, pero cada hijo es diferente.

Periodismo es aquello que alguien quiere que no se sepa

–En el ejercicio del periodismo actual, estamos viviendo la devastación y es casi una inmolación el portar un gafete de reportero. ¿Cómo vives esta situación?, ¿cómo lo resuelves?

–Primero que nada quiero decir que lo vivo de manera muy solidaria pero lejana, porque yo no me puedo poner esa medalla, porque la verdad yo hago una columna básicamente de opinión, hago entrevistas en televisión, acabo de publicar este libro que es reportear tres candidatas a la presidencia, hace tiempo que no hago crónicas, aunque me gustaría mucho. También no me da la vida, ¿sabes? Trabajo mucho en el área de personas con discapacidad. Bueno, una vez que me justifiqué, no es lo mismo todos estos reporteros heroicos y además comprometidos, que están saliendo a reportear la realidad, a hablar con las víctimas, a retratar lo que está viviendo la gente y que no está en el discurso oficial, y que no está en gran parte de los medios. Por un lado sí me desmarco, soy absolutamente solidaria pero no me encuentro en ese caso, no me puedo poner esa medalla. Entonces, ¿cómo sobrevivo yo? Yo la verdad vivo muy bien, pero como fenómeno lo veo, lo vivo, porque además tengo amigos cercanos que sí se meten en esos temas y veo cómo sufren y viven cada uno de los textos, como por ejemplo Daniela Rea que acaba de publicar un libro maravilloso que se llama Nadie les pidió perdón. Leí el libro y tuve que parar muchas veces, por el dolor y porque ella es capaz de utilizar las palabras para reflejar esta realidad cruenta que estamos viviendo, pero también veo que muchos medios no están haciendo su trabajo, que hemos perdido la dimensión, o quizá nunca la hemos tenido, pero que es hora que despertemos, tener muy claro que nuestro compromiso debe ser con los lectores, con los que nos escuchan en la radio, con quienes nos ven en televisión, que sí hay una connivencia muy clara entre el poder y los medios, que de una u otra manera tenemos que romper y que nos conviene romper porque si no, los medios vamos a dejar de ser trascendentes, vamos a ser absolutamente imprescindibles, no solamente en redes sociales que también ahí hay un tema a discutir de cómo se usan las redes sociales de parte de los reporteros, de los periodistas, no todo mundo es reportero y periodista, también hay que ver cómo sobreviven esos medios, pero ante blogs, ante páginas de internet y demás.

Es un momento fascinante, retador, doloroso y luego está todo el tema no solamente del poder político, sino el poder del narco; el narco como otro poder no legal pero que efectivamente corrompe a personas, algunos podrán ser periodistas, pero que también es utilizado como argumento para no investigar, de parte de las autoridades. Y digo podría ser porque los periodistas somos humanos. Yo no creo que por ser periodista inmediatamente eres un santo. Podrá haber algunos casos así pero creo que se ha vuelto un discurso muy fácil de parte de las autoridades, acusar a cualquier persona involucrada en constantes levantones, ataques, extorsiones, amedrantamientos, amenazas de muerte, y muchos asesinatos para no investigar y decir: estaban ligados con el narco.

Si me ofreces mañana entrevistar al diablo, lo hago

–¿Para qué debe servir el periodismo?

–Hay una frase que me gusta, que es super dura, que además no creo que yo viva del todo pero sí deberíamos tenerlo por lo menos como fondo musical de nuestras vidas: que periodismo es aquello que alguien quiere que no se sepa. Periodismo también es retratar nuestro tiempo, nuestro momento, los dilemas, dar voz a múltiples voces y dejar que cada quien llegue a sus propias conclusiones.

Vengo de una vieja escuela de periodismo donde te enseñaban a ser absolutamente aséptico, los periodistas debemos tener una distancia enorme con la realidad, jamás comprometerte con ningún tema porque si no entonces te vuelves militante, guácala, con lo cual no coincido. Me parece que los periodistas sí debemos ser militantes en temas que nos interpelan constantemente como ciudadanos, como el respeto a los derechos humanos, como en el tema de la no discriminación, yo creo que debemos ser militantes, tenemos que ser militantes contra la impunidad, tenemos que ser militantes por una mayor transparencia, no me refiero al tema militante de partido, ni de grupo, sino de esos temas absolutamente ciudadanos de los que no nos podemos zafar y que también debe ser parte de nuestra vocación, defender.

–¿Cuáles son tus objetivos en la construcción de tu libro Una Lección para todas?

–A mí me contactó Josefina Vázquez Mota y me ofreció que contara esta historia, (las protagonistas: Patricia Mercado, Cecilia Soto y Josefina Vázquez Mota), coincidieron en varias conferencias y se dieron cuenta que tenían muchas cosas en común pese a que claramente Josefina es una mujer del PAN, más de derecha, Cecilia y Patricia mucho más de izquierda. Pero sí hay lecciones, generales, de género, que como mujeres sí necesitamos reflexionar y a mí lo que me atrajo de contar esta historia, además de hacerlo en cinco meses, fue la generosidad, fue el gusto de decir qué padre que estas mujeres quieran contar sus vidas, pero también sus errores para que otras mujeres y hombres no tropiecen con lo mismo.

Ellas dijeron vamos a escribir un libro, pero si lo escribimos nosotras nos vamos a censurar, entonces me buscaron y me dijeron queremos que nos entrevistes y contar nuestras historias y hacer énfasis en lo que hicimos y en lo que pudimos haber hecho mejor, para que otras mujeres no cometan los mismo errores. Eso fue lo que me atrajo y me dediqué a entrevistarlas, a incorporar otros temas que no estaban contemplados, como la vida personal que me parece además clave para la vida de cualquier persona, pero sobre todo en una mujer que tiene un puesto de liderazgo, que está en la política en un momento en el que además también tenemos que repensar esta relación entre hombres y mujeres, de pareja, incluso, tenemos que tener muy claro que las mujeres no somos super heroínas, no podemos hacer todo bien, necesitamos crear redes y también es muy injusto para los hombres que culturalmente les seguimos diciendo cosas como: No puedes llorar, o tienes que ser el proveedor único de tu familia, o sálvame porque soy una pobrecita mujer indefensa. Es muy pesado, difícil. Para crear una sociedad más igual, necesitamos a hombres y a mujeres. Ojalá haya una segunda edición del libro y cambiarle de título y ponerle Lecciones para todos, porque eso sí lo tenemos muy claro las cuatro. Yo nunca había entrado al tema de la lucha por la igualdad desde el punto de vista de las mujeres; sí de personas con discapacidad o de otros grupos vulnerables, pero para mí fue una enorme oportunidad de tener una perspectiva o una lección, sobre todo con Patricia que ha trabajado mucho el tema del feminismo, histórico y moderno, y de reflexionar qué estamos haciendo las mujeres que debemos repensar. Por eso al final del libro, además de las entrevistas hice un apéndice donde hago, después de escuchar sus entrevistas y hablar con ellas sobre qué pudiste haber hecho mejor, qué crees que las mujeres hacemos mal, etcétera, de veinticinco recomendaciones muy puntuales, sobre qué sí hacer y qué no hacer, qué pensar y qué no pensar, cómo negocias con tu pareja, ten un plan de vida, parece hasta como un libro de autoayuda feminista, pero muchas veces el sentido común es el menos común de los sentidos y las cosas más evidentes se nos van del foco. Porque incluso la carga cultural es muy fuerte, implacable y sí tú tuviste una imagen en tu familia donde la mamá era la absoluta resuelvetodo y que tenía una relación a veces hasta como de hijo con el papá que no hacía nada y también sigues educando a tus hijos como machos, pues tenemos que hacer una reflexión muy fuerte, hombres y mujeres, sobre cómo construir una mejor sociedad. Yo le aposté al libro porque me pareció una opción generosa e útil.

–Estamos viviendo en un país donde los responsables de la tragedia general según mi punto de vista, son los políticos. ¿Cómo resuelves cuando sabes que tienes que entrevistar un político que ha cometido una infamia y está comprobado?, ¿cómo haces para que no te gane la ira?

–Yo apelo a la inteligencia de los lectores siempre. A mí si me ofreces mañana entrevistar al diablo, lo hago, por supuesto, pero trataré de ser incluso lo más empática con él para que cuente y entonces de esa manera crear un espejo en el cual se refleje y pueda hacer que lo vean los demás. Así.

–¿Cuál es el trabajo que te seduce y con el cual ya se te cuecen las habas por hacerlo?

–Quiero escribir la historia de mi tío Luis. Me da mucho miedo, me da dolor porque es al mismo tiempo de mi familia. El otro día estaba yo pensando que quizá un buen subtítulo podría ser Diatriba personal contra el catolicismo. Eso me gustaría mucho hacerlo. Pero estoy en un momento muy padre de mi carrera, tengo veintitrés años de reportera, soy madre, sola, de un niño con discapacidad, tengo otras responsabilidades económicas. Me encantaría tomarme un año sabático y dedicarme a reportear la historia de mi tío Luis, escribirla. Por ejemplo tengo un amigo que es cronista, Emiliano Ruiz Parra, que me cuenta estos lujos, con sus cargas que tiene de muchas cosas, de irse a un lado y leer un libro para escribir un texto y se toma veinte días para escribir tres mil caracteres. Se me hace fantástico, se me hace agua la boca y digo: qué padre eso.

Yo a veces me siento mucho como una bombera, escribo cinco textos a la semana, casi siempre seis, con el del tema de personas con discapacidad, soy consejera de Conapred, de Unicef, estoy en una mesa de Gobernación para el tema de derechos humanos, soy mamá, soy hija. Me encantaría encontrar alguna manera, sin dejar el trabajo que me gusta mucho y que me ha costado mucho, que sí me gusta escribir de manera diaria, hacer editorial, me gustan mucho las entrevistas, pero me gustaría dedicarme a escribir esto y tener tiempo para hacer más perfiles, que en un tiempo los hice, y uno del que me siento muy orgullosa es cuando me fui una semana a Tampico a reportear la historia de Sebastián Guillén Vicente, para Milenio, para hacer un perfil del Subcomandante Marcos, cuando iba a iniciar la caravana en tiempos de Fox y entonces pasarte toda una mañana buscando las calificaciones de primaria del individuo, convencer a la monjita del colegio Félix de Jesús Rougier de que te las entregara, hablar reposadamente con alguien como estamos hablando tú y yo, tener tiempo para transcribir, escuchar los silencios, hacer un primer borrador, dejarlo reposar, después revisitarlo, intervenirlo. A veces necesito escribir, como ahorita, algo para entregar al ratito.

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