Inicio Carlos Sánchez En el corazón del callejón

En el corazón del callejón

Es un pájaro que ruge. El helicóptero parece sostenido justo encima del callejón. Aguas, te van a ver. El Chapa advierte mientras sume su gorra para cubrirse los ojos. Vamos a platicar, le digo con la grabadora encendida. Pues platicamos de lo que quieras, pero deja que se vaya el helicóptero, porque nos pueden oír los de la judicial. Luego es un monólogo. Y las palabras surgen, la ceniza de un cigarro delicado crece.

El Chapa chupa como si en el fumón le fuera la vida. Cuarentaidós años  latiéndole el corazón, treintaicinco de nicotina en el cuerpo. Y mota también, me gusta mucho la mota, y el perico, la chiva, pero nomás en veces me dan, y le pongo.

El Chapa se llama Carlos Félix, vive en el barrio las Pilas. También le dicen Frank; en su familia lo llaman por su nombre. Inquieto enciende otro delicado. Fuma y habla: Pos trabajo allá en el centro, pido dinero y luego pago un carro para que me traiga la verdura.

–¿Es cierto que en un tiempo te enfermaste?

–Yo nunca me he enfermado, no conozco la enfermedad, no tomo pastillas porque ya está uno a punto loco desde hace mucho. ¿Y tú cómo has estado, bien?

–Frank, cuéntame qué es la vida.

–Como unos cincuenta años. Es muy bonita, es muy suave, todos aquí en el mundo somos vivientes normales y muy bien me la paso.

–Y de tus camaradas del barrio, ¿qué cuentas?

–El Carlos una vez me pegó, me dio un reatazo con la mano, en la nuca, nomás porque le tomé un chorro a su soda, el Carlos hijo de la Ana, esposa del Martín barrigas, pero yo le pegué otro reatazo.

–Y de las morritas, ¿qué onda?

–Anoche me fui con una al cerro, y me la clavé, pero ahora no he tenido bicicleta, quiero salir ahora para  Guaymas a ver qué ha habido con el pescado, la jaiba, el camarón. Ir y venir aunque sea en un carro, en un vocho.

–¿Y qué comes?

–Como pescado, sabritas, frijoles, papas, leche, tortillas, pan. Y lo que me prepara mi amá, mi Guadalupe que la quiero mucho y me cuida y la cuido, y yo cuido a todos, a todo el mundo. ¿Supiste que mataron al Polvorón?, lo mataron por la espalda, a traición, era mi amigo, y mi amigo fiel, me daba droga, pastillas, coca, mocochango, pingas, inyecciones, de todo me daba, por eso me quedé arriba, ando arriba, a gusto, me siento muy feliz.

–Todo el día caminas.

–Todo el día camino, hasta allá hasta al centro y hasta el bulevar López Portillo, me da mucho por caminar, tú también deberías caminar mucho para que andes cotorreándola, y no estás loco, o sabe, pero me acuerdo de ti cuando estabas morro, te la llevabas mucho con el Pando, y jugábamos a los fariseos, y hacíamos máscaras de papel y luego fumábamos y cachoriábamos todos. Estuvo muy buena la morra que me cogí anoche, muy nalgona, le metí las tres, la desta pues.

–¿Qué es lo que más disfrutas en la vida?

–Fumar, puro fumar mota, no hay otra, y ponerle a la chiva, a las pingas, a todo. Aquel bato, el caballo murió por puro pistear alcohol cuarteado con agua purificada. Allí murió en la casa del Güero Galaz. ¿Y andas en la escuela ahorita? Puros delicados fumo, pero también traigo Botas, ¿quieres uno? Oyes, ya me puedo ir, quiero ir a la casa, a darme un baño. ¿Te saludo al Caballo?, por las noches viene, todos le sacamos cura.

El Chapa, el Frank, el Carlos, fuma otra vez, quita su gorra, se sacude el pantalón como si en él no hubiera cabida para la suciedad. Moviendo sus zapatos hacia delante y atrás improvisa un paso de baile, y canta: Ay María de Jesús, tan sólo a ti te quiero… así cantaba el Caballo, ¿te acuerdas?

 

 

 

 

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