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No todas las madres tienen hijos humanos

Un antepasado común con el lobo

A partir de un antepasado común con el lobo gris, los perros se acercaron a las personas en un proceso que podríamos considerar de auto domesticación. Esto quiere decir, que no fueron las personas las que deliberadamente cogieron un animal salvaje y empezaron a cruzarlos con algún fin como ha ocurrido con otros animales domésticos, sino que fueron los propios perros, quienes a consecuencia de la evolución entraron en un proceso de domesticación.

El perro se hizo a si mismo

Hoy sabemos que existen músculos en su cara encargados de producir en las personas una reacción de ternura. Y que sus habilidades para comprender nuestras intenciones y anticiparse a nuestra conducta ha sido más que probada. Son conscientes de lo que nosotros percibimos y hasta de lo que sentimos.

Entre perros y personas hay química

Durante este proceso de coevolución que los perros han tenido junto a los humanos, ha tenido y tiene un importante papel una hormona que interviene en los lazos afectivos entre individuos: la oxitocina.

La oxitocina, es la hormona encargada de crear conexión en los grupos sociales con un fin adaptativo y biológico.

Diversos estudios han demostrado que la oxitocina aparece cuando personas y sus perros interactúan. Esta interacción puede ser a base de caricias, pero también palabras o una mirada. Lo más fascinante es que tanto humanos como perros segregan la hormona durante el intercambio afectivo.

La fiesta de la oxitocina

Según hemos dicho, tanto perros como personas segregamos oxitocina. Esto incluye hombres y también mujeres. Pero, ¿existe alguna diferencia entre géneros?

Un estudio relacionó la unión de la hormona oxitocina con sus receptores cerebrales con la presencia de estrógeno, hormona principalmente femenina. Esto a su vez fue relacionado con los comportamientos maternales, concluyendo que la oxitocina juega un papel más importante en las mujeres que en los hombres.

Y la mujer se convirtió en la mejor amiga del perro

Con todo esto, no es de extrañar que existan estudios que colocan a la mujer con un papel protagonista en el proceso de domesticación del perro.

Las mujeres, dada su naturaleza de madres, tendrían mayor facilidad por sentirse encantadas frente a la hábil mirada del proto perro. Un animal salvaje que se iba acercando sutilmente consiguiendo comida y cuidados. Librándose a su vez de la masacre a la que eran sometidos sus primos los lobos, gracias a sus cejas tiernas y su habilidad por entendernos. Así habrían adoptado y cuidado a determinados cachorros favoreciendo su supervivencia y reproducción.

No todas las madres tienen hijos humanos

Hace algunos años encontré en la red un poema firmado por “Conchi” que me enterneció casi tanto como la mirada de pena de mi perro cuando como solomillo.

Este poema, que merece ser citado en su totalidad dice:

“No soy madre, no lo soy, pero tengo claro que el sentimiento de una madre a un hijo no se puede igualar y no puedo imaginar cómo será…

Tengo un perro, un perro al que adoro sí, pero es un perro.

A diferencia de un hijo, mi perro nunca se hará mayor mentalmente, no se irá de casa o me cuidará cuando sea viejita.

No se hará independiente ni válido por sí mismo: siempre me va a necesitar para poder comer, beber o simplemente hacer deporte.

Nunca será adolescente y como, además tampoco hablará no escucharé nunca frases típicas de un hijo/a quinceañero/a deslenguado/a como “paso de ti”, “tú es que no me entiendes”, “que pesada eres”, “no tienes ni idea”.

Al igual que esas cosas, tampoco oiré un “te quiero”, “gracias”, “te necesito” …

No me juzgará, ni me cuestionará mis ideas o mis decisiones. No me pedirá una PLAY, un juguete, un capricho…

A diferencia de un hijo, nunca veré parte de mí en mi perro: ni física ni psicológicamente, es decir, no veré un legado.

Veré a mi perro crecer tanto que le veré envejecer, y no él a mí como lo haría un hijo.

No sólo seré quien le cuide sino seré quien le vea irse para siempre, así, de manera natural y no por una desgracia de la vida. Simplemente, ese será nuestro destino.

Mi perro es un animal, no una persona, y tampoco es mi hijo.

Sin embargo, yo sí soy su madre. ¿Irónico? ¿Cómo puede ser?”

Espero que después de leer este artículo, puedas explicar con la ciencia en la mano, esta última pregunta.

Por último, y en días como hoy, solo me queda decirte a ti, que has acogido, adoptado, recogido, rescatado y dado un hogar…feliz día de la madre.

Referencias

Chambers, J. et al. 2020. Dog-Human Coevolution: Cross-cultural analysis of multiple hypotheses. Journal of Ethnobiology, 40(4), 414-433

Miller, S. C. et al. 2009. An examination of changes in oxytocin levels in men and women before and after interaction with a bonded dog. Anthrozoös, 22(1), 31-42.

 

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