Inicio Alejandro Ramírez Arballo Vale la pena

Vale la pena

Muchas veces me pregunto, incluso al pensar ahora mismo todas estas cosas, si ante el horror que vemos las palabras son, ya no digamos útiles sino tan solo necesarias de algún modo. Es evidente que el mal da los golpes más dolorosos, más hondos, los que más ruido hacen, los que nunca olvidaremos y los que perdurarán como testimonio de nuestra historia de salvajismo infinito. Me cuesta trabajo, lo acepto públicamente, volver siempre sobre los mismos pasos, invocar y convocar la humanidad y la ternura, la esperanza y la fe cuando día tras día, semana tras semana nos atiza la realidad un garrotazo en la cabeza. Pero no tengo alternativa: otra realidad es posible, me queda claro, pero sólo si tenemos el coraje y la dignidad de resistir durante las horas más funestas.

A las palabras, si son verdaderas, si nacen de la convicción y del amor por los demás no se las lleva el viento. Perduran como semillas de futuro: son capaces de provocar reflexión y emoción, deseo y voluntad de cambio en nosotros mismos y en las circunstancias que nos rodean. Este mundo sería un páramo desierto si no fuera por los poetas, los escritores, los maestros de un decir que no solo testimonia la belleza sino que también la crea. El lenguaje humano es una apuesta del espíritu, un espejo en el que podemos asomarnos a ver lo que somos y, lo más importante, lo que podemos llegar a ser.

Lo decía recientemente en las redes sociales: nuestra crisis nacional –y global- es el resultado directo de un olvido ético. Nos encontramos, como comunidad, sometidos a los designios de un poder hegemónico que nos atosiga desde la ideología del mercado dictatorial y a través de la imposición de la bulimia consumista: ya no hay obras de arte sino “productos culturales”; ya no hay poesía sino espectáculos de argüende verbal. Esto es también una pérdida para la cultura y para el mundo en general. Si hemos de construir un mundo nuevo ha de ser construyendo una persona nueva, y para hacerlo es preciso comenzar aprendiendo un lenguaje diferente de proposiciones y encuentros, de diálogo auténtico, de analogías y acuerdos, de comunión.

Vale la pena soñar con una auténtica revolución de la conciencia.

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