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¿Hijos especiales para padres especiales?

Hay una famosa frase que escuchamos frecuentemente como padres de hijos con discapacidad o necesidades especiales, como una forma de consolarnos o considerarnos ante los retos que esta situación les puedan significar: “hijos especiales para padres especiales”.
Sin embargo, tener un hijo con alguna necesidad especial lleva a replantear el modo de vida, su desarrollo y metas fijadas en este proceso, porque existen otros objetivos a cumplir en distintos aspectos, incluso cotidianos, pero nada que pudieran resultar inalcanzables o extraordinarios.
Es decir tener un hijo con o sin discapacidad, nos da la oportunidad de guiar, impulsar, educar y ofrecer al mundo, la vida de un ser humano; tarea que nos resultará en cada caso de modo distinto y con múltiples resultados.
Cuando existen casos de hijos con discapacidad ya sea motora, visual, auditiva, sensorial o cognitiva, se torna de forma diferente, porque se adquieren nuevos retos y necesidades que cumplir, por lo que quizás desde fuera de nuestro entorno, suelen vernos como familias “especiales”.
Y no solo por el hecho de tener a cuestas dosis extras de trabajo, dedicación, tiempo y dinero, sino porque existe una impresión de esfuerzo y lucha constante por obtener las mejores condiciones para nuestros hijos.
¿Pero acaso eso no lo buscamos todos para nuestros hijos con o sin discapacidad? Siempre estamos en la búsqueda de que su vida se optimice, se desarrolle de la mejor forma y en las mejores condiciones, ya sean de salud, recreación, educativas, sociales, deportivas.
Y es esto por lo que no coincido mucho con la frase de que nos fueron “otorgados hijos especiales a padres especiales”, porque somos padres siguiendo un proceso natural y sin diferencias con nuestros hijos, reconociendo que los que tienen alguna discapacidad, necesitan de un mayor esfuerzo para su integración en la vida.

Reafirmando que sí tenemos retos a los cuales nos enfrentamos con mayor incidencia que los habituales, pero en su mayoría salimos triunfantes, porque existe una gran masa informativa y programas encaminados a la integración de las personas con discapacidad en la actualidad.
Integrarse como familia –clásica, monoparental o extendida- a programas específicos que busquen y promuevan los mejoramientos de salud, desarrollo social, educación, recreación y derechos de nuestros hijos con discapacidad, puede ser el éxito de dichos beneficios.
Buscar ayuda profesional, aprovechar los programas de beneficencia social o particulares, que permitan estimular constantemente las necesidades especiales que tienen las personas con discapacidad y promover en todas las acciones de la vida cotidiana su integración, es nuestro trabajo diario como padres.
Es así que todos nuestros hijos son especiales, porque constituyen un motor para luchar, trabajar, desarrollarnos como personas, nos estimulan en todos los sentidos, siendo la parte afectiva la que representa el núcleo de cada una de nuestras acciones, porque los amamos incondicionalmente.
Sin distinciones, sin razas, sin condición de vida, el amor representa una de las mayores fuerzas que como seres humanos podemos usar para realizar con ímpetu distintas acciones, intensificándose cuando se trata de nuestros hijos con o sin discapacidad.
Como padres de hijos con discapacidad hemos atravesado muchas etapas en la vida, así como situaciones comunes como de cansancio, estrés, múltiples tareas, responsabilidades profesionales, problemas económicos – incluso existenciales- pero al fin y al cabo, es parte del aprendizaje constante al cual estamos expuestos, como la mayoría.
Así que hoy les invito a que más que llamarnos padres especiales, puedan ver que somos familias que tratamos de sacar el mayor provecho ante una circunstancia que nunca estuvo en nuestros planes, pero que hemos sabido incluirla en nuestras vidas, nos hemos entusiasmado con los resultados y nos hemos enamoramos en el camino de las grandes capacidades de nuestros hijos.
¿Y ustedes, se consideran padres especiales?

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