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“Vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver”, decía James Dean, quien siguió al pie de la letra la máxima que había creado. Bien, ahora podemos añadir otra frase contundente: “come deprisa, echa barriga y deja tu metabolismo hecho unos zorros”.

Aún no me había repuesto de la impresión que me invadió al saber que oler los alimentos hace que engordes cuando me encuentro con esta nueva noticia: comer despacio (algo que confieso que soy incapaz de hacer) hace que sea más complicado que te hagas obeso, o que desarrolles el así llamado síndrome metabólico, término genérico que describe a un grupo de enfermedades entre las que se incluyen (además de la mencionada obesidad) la presión alta y niveles elevados de colesterol.

Ahora se que estoy predestinado a engordar sin remedio. No solo me solazo ante el glorioso olor de un buen asado, es que además lo devoro en cuanto me lo ponen por delante. Y esto, según el nuevo trabajo nipón del que vengo a hablaros hoy, aumenta de forma signitificativa el riesgo de padecer enfermedades graves.

¿Por qué sucede esto? Los investigadores creen que es probable que comer de forma apresurada pueda provocar rápidas fluctuaciones en los niveles de azúcar en sangre, lo cual puede conducir a una resistencia a la insulina. Además, quien come deprisa no le da a su cerebro tiempo suficiente como para apercibirse de que está saciado, lo cual conduce a una sobreingesta de alimentos.

Volviendo sobre el sindrome metabólico, podemos decir que es una combinación de trastornos que multiplican el riesgo que una persona tiene de padecer enfermedades cardíacas, diabetes e infarto. Se da cuando alguien tiene cualquiera de estos factores de riesgo asociados: obesidad abdominal, subidas rápidas de los niveles de azúcar en sangre, presión sanguínea elevada, altos niveles de triglicéridos y/o bajos niveles de colesterol HDL (el llamado “colesterol bueno”).

Por ello, según el trabajo del que os hablo, que acaba de presentarse durante las sesiones científicas de la reunión anual que organiza la Asociación Cardíaca Estadounidense, comer despacio podría resultar crucial para mantener controlado tanto tu cuerpo como tu salud.

Los investigadores de hecho recomiendan no comer frente a la televisión o en la mesa de trabajo. Lo idea es tomárselo con calma y disfrutar de la comida, algo que como bien sabemos no es muy común cuando se vive y trabaja en una ciudad atestada.

Para realizar este trabajo, los investigadores de la Universidad de Hiroshima evaluaron a 642 hombres y a 441 mujeres con una edad promedio de 51,2 años. Ninguno de los participantes tenía síndrome metabólico al comenzar el estudio en 2008.

Se dividió a los participantes en tres categorías basándose en cómo describían su velocidad a la hora de comer: lento, normal o rápido. Cinco años después, se volvió a evaluar a los participantes.

Lo que descubrieron los científicos fue que los comedores “rápidos” manifestaban una probabilidad mayor (11,6% superior a la media) de haber desarrollado el síndrome metabólico en comparación con los que comían a velocidad normal (6,5%) y los que comían despacio (2,3%).

Además, comer aceleradamente se relacionaba también con una mayor probabilidad de ganar peso, de aumentar el perímetro abdominal y de una ganancia de glucosa en sangre.

Así pues, intenta tomártelo con calma cuando llega la hora de la comida. Esto permitirá que tu cerebro sea consciente de la cantidad que estás ingieriendo, y hará que te sacies antes. Pero no lo digo yo, lo dice uno de los coautores del trabajo, el doctor (cardiólogo) Takayuki Yamaji:

“Comenzar a comer más despacio podría suponer un cambio crucial en el estilo de vida que ayudaría a prevenir el síndrome metabólico. Cuando la gente come rápido tiende a no sentirse saciada lo cual aumenta la probabilidad de comer en exceso. Comer rápido provoca una fluctuación mayor en los niveles de glucosa, lo cual conduce a una resistencia a la insulina. Pese a realizar el estudio en Japón, creemos que estos resultados pueden aplicarse también a sociedades occidentales como la de Estados Unidos”.

Sin duda una noticia que da que pensar y en la que conviene meditar, especialmente cuando uno se enfrenta a las consecuencias de la ganancia de peso. Hay que recordar que el sobrepeso aumenta el riesgo de padecer un infarto cerebral isquémico en un 22%, y que si eres obeso el aumento en el riesgo sube al 64%.

¡Tómate la vida con calma y las comidas también!

El trabajo del equipo nipón dirigido por Yasuki Kihara (Universidad de Hiroshima) acaba de publicarse en la revista Lifestyle & Behavioral Medicine.

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