Ha concluido octubre, un mes dedicado a la concientización del síndrome de Down (SD), donde a nivel mundial se promovieron algunas actividades y eventos con objetivos de informar y dotar a la sociedad en general sobre esta condición de vida.

Gracias a que John Lanndong Down – un médico británico  que describió a mediados del siglo XIX las características de este síndrome, que lleva su nombre-  es que hemos venido asociando la palabra “mongolo” con las personas con esta alteración cromosómica.

Dado que desarrolló un importante estudio, publicado en 1866 como Observations on an Ethnic Classification of Idiots, que describe las características físicas de las personas con SD, son similares a las comunidades de Mongolia, cuya raza era considerada darwinianamente inferior o primitiva, debido a sus hábitos y desarrollo nómada.

Posteriormente Jerome Leujene, un genetista francés ubicó y describió la triplicación del cromosoma 21 que da por consecuencia el SD, tomando fuerza distinta líneas de investigación y con ello, consideraciones sociales y de integración.

Desde entonces, a más de 200 años de que se haya registrado oficialmente la presencia de este síndrome en los seres humanos – aunque existen otros más antiguos-  se sigue considerando como enfermedad, castigo divino, negligencia social, entre otros.

Es momento de hacer una pausar y abrir nuestra mente, de aceptar las realidades que tenemos como seres humanos, la diversidad de vida que existe en nuestro planeta y las distintas variantes que pueden resultar de un mundo tan complejo habitado por más de 7 mil 450 millones de personas.

Y las cosas como son, nombrarlas y describirlas como tal, es así que el SD es una condición de vida más, que el ser humano puede presentar, pero que de igual forma necesita de oportunidades para desarrollarse en todas las etapas de su vida.

¿Pero entonces cuál es motivo de que siga considerado como un peligro? Quizás porque no estamos preparados para afrontar retos ante la desigualdad que existe, ante las necesidades de educación, inclusión y desarrollo que presentan actualmente las personas con SD.

Aun cuando en la actualidad, la inclusión ha logrado permear en algunas áreas, no se ha generalizado, las personas con SD siguen requiriendo de oportunidades de salud, de educación, de comunidad, que les permita integrarse e incluirse como todos los hacemos de forma regular.

El SD debe desvincularse de la palabra peligro, de alerta, de los mitos que lo rodean y hacen que nuestra sociedad continúe desinformada ante ello; promoviendo miedo, discriminación y marginación.

Como sociedad seguimos representado un peligro para las personas con trisomía 21, porque seguimos excluyéndolos de los derechos a los que son sujetos, sin dar cabida a que pueden desarrollar sus capacidades y habilidades.

Las personas con SD necesitan ser impulsados a una autosuficiencia, a lograr una independencia, a desarrollarse de manera habitual, como ahora nos muestran niños, jóvenes y adultos por todo el mundo, como trabajadores, deportistas, educadores, entre áreas en las que se desarrollan.

Por tal motivo, los invito a hacer conciencia, a no tener miedo de las personas con SD, porque viven con un cromosoma de más, que les ha obligado a esforzarse desde pequeños.

Y me refiero a las personas con esta condición de vida, pero existen tantos casos, síndromes y trastornos con los que las personas viven y son marginadas. Porque no imaginamos que nos puede tocar y es hasta entonces que nos importará y comenzaremos a pedir conciencia.

Así que dejen sus miedos y ofrezcan respeto e inclusión en todos los sentidos. Juntos lograremos que nuestra sociedad diversa, sea aceptada y podamos tener una percepción más abierta y clara con respecto a los seres humanos que nos rodean.

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