Inicio Alejandro Ramírez Arballo No saltes…Construyendo un diario de vida

No saltes…Construyendo un diario de vida

Las imágenes me resultaron profundamente perturbadoras, y seguro que para ti también lo fueron. Es difícil de entender cómo es que alguien como ella, alguien que apenas comienza a vivir, decide lanzarse al vacío para terminar con sus muy pocos años. Pero sucedió y todos los vimos: después de saborear por unos instantes su dolor, tomó carrera  y se entregó decidida a los brazos de la muerte: Dios tenía otros planes. Al momento de escribir estas cosas la muchacha sigue afortunadamente con vida.

El suicido es un tema que no me resulta ajeno. Como muchos jóvenes apasionados, alguna vez yo también tuve que enfrentarme a la disyuntiva de seguir vivo o no; parece dramático lo que digo, incluso oportunista, pero no es así: en medio de una crisis existencial llegué a la conclusión de que vivir o morir debía ser fruto de una decisión radical. No aceptaba la tibieza como una forma de vida. Después de mucho pensar, comprendí que la vida es mucho más potente y atractiva que la muerte, que cada día ofrece un delicioso reto. No me equivoqué.

Me interesa el tema del suicido por cuestiones filosóficas. Me interesa porque entraña la idea de una reflexión profunda sobre la propia existencia; no creo, insisto, que se deba ir por la vida a la deriva, sin asumir y encarnar grandes pasiones. Y aquí está el quid de la cuestión: la vida solo cobra sentido cuando somos conscientes de ella y cuando aprendemos que más que un accidente es una misión de la que somos absolutamente responsables. Debemos responder a la vida con sueños personales que se vuelvan actos y posibilidades de bien.

No podemos pasar por el mundo como si fuéramos un simple personaje secundario.

En mi experiencia trabajando con jóvenes he llegado a una conclusión: un muchacho que no tiene una tarea sobre sus espaldas se encuentra en riesgo de cometer grandes tonterías. “¿En qué estamos fallando?”, se preguntaba retóricamente una señora en Facebook. Creo que la respuesta es evidente: estamos fallando al no darles a los jóvenes y niños responsabilidades concretas que los hagan sentirse parte necesaria del mundo. Escuchamos a veces a los más pequeños, es verdad, pero siempre con condescendencia y con forzado interés.

Los que tenemos hijos tenemos una gran oportunidad entre las manos.  No los tratemos como seres humanos de segunda o tercera categoría, escuchémoslos y hagámoslos parte esencial del mundo; solo así podremos evitar que su corazón se pueble de sombras.

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