Solo faltó que uno agarrara valor para rebelarse ante el guardia de la entrada para que después toda la tropa de niños junto a sus madres en su mayoría se metiera a los patios de CRIT para llegar hasta Julión.

«¿Que no dicen en el comercial que el CRIT es de todos? pues entonces déjenos pasar…» le decía una madre enojada ante el trabajador privado que ya no sabía para donde voltear hasta que resignado mejor se sentó y miró como una horda de pequeños, pubertas y señoras corrían hasta la puerta por donde saldría el artista.

Adentro del CRIT estaba Julión, tomándose fotos con las terapeutas, cocineras y cuanto trabajador se acercara a pedírselo. Por el pasillo se veía a la gente esperando en la puerta con los celulares listos para la foto, ya se arreglaban unas, ya se pintaban otras mientras el pequeño César ya andaba arriba del camión de Julión tomándose fotos con toda la banda y emocionado por que lo dejaron soplarle al clarinete. Sin embargo su misión no se cumpliría hasta ver a Julión de cerce y tomarse una foto con el.

Frente al cristal de la puerta estaba Yolanda, con su caja de chocolates y su dibujo de Dora Exploradora ya más harta que emocionada, su madre María Alejandra seguía al pie esperando como todas las demás. La emoción crecía porque ya verían a Julión.

De pronto se abre la puerta y piden que Yolanda entre, solo Yolanda. La vaquerita que estuvo más de tres horas el domingo en el hotel y que robaban su casa mientras esperaba al cantante. Solo ella. No su madre, no nadie más. Solo ella y sus chocolates y su dibujo.

Esperó sentada unos minutos y se acerca un hombre, regular, moreno y vestido con mezclilla y una camisa azul.

-Hola- le dice. La pequeña se queda seria y no reacciona.

-Póngase el sombrero compadre- le dice un colaborador a Julión quien saca una texana negra y se la pone. Yolanda reacciona y le da los brazos. Se le hizo al fin.

Afuera, la gente a la que se han sumado otras fans espera y de pronto una camioneta se estaciona frente a la puerta. Todos corren y le hacen guardia. Ya cada una tiene su lugar. César en primer lugar con el teléfono de su madre listo. Fernanda y su madre nerviosas. Jesús ya no sabe si reir, desesperarse o también hacer valla. Todos esperan a que salga de un momento a otro.

En el salón, Julión se despide, se toma la última foto con un joven igual de emocionado que las fans de afuera y en eso alguien le dice:

-Ya llegó el carro, afuera está la camioneta y saldrás por la puerta de este lado, ¿listo?-

-listo, vámonos- contesta el cantante y salen rumbo a un carro estacionado en la esquina a varios metros de la camioneta que solo era una distracción y donde todos los fans que esperaron más de tres horas ingenuamente pensaron que Julión saldría a saludar y tomarse fotos con ellos.

Cuando reaccionaron y se dieron cuenta, fue demasiado tarde. El Julión ya iba en la puerta del estacionamiento mientras unas cuantas corrían tras el carro para ver si hacían que recapacitara. César el chico de 11 años se cansó de correr tras el carro y regresó llorando con su madre.

Así, tres horas después, el pequeño público infantil que llegó ilusionado se retiró. Solo Yolanda salió con una sonrisa.

 

Deja un comentario