Inicio Alejandro Ramírez Arballo El “señor Bergoglio”

El “señor Bergoglio”

¿Sirve de algo la visita de un papa?, se preguntan retóricamente aquellos que son movidos por un profundo prejuicio antireligioso. Pues bien, si se espera que la visita beneficie directamente a las personas que padecen la mayor de las injusticias, la pobreza, creo que no. Tampoco creo que le corresponda a ningún líder religioso del mundo venir desde lejos para solucionar los grandes problemas que padecemos los mexicanos. Sin embargo, estoy convencido de que su mensaje de esperanza y de fe debe de alimentarnos y precisamente en un rubro que es urgente: el hambre de justicia. Buscar detener la rampante ola de corrupción y la muerte que esta conlleva es una misión esencial de todo cristiano; denunciar es un acto de perfecta imitación de Cristo. Buscar el bien común, el crecimiento compartido, el cuidado del entorno, la solidaridad, el respeto a los diferentes y la ternura son asignaturas pendientes para muchos creyentes que ni siquiera se detienen a pensar en la enorme responsabilidad que deberían asumir y que han abandonado por pereza, cobardía o llana ignorancia. No es el rito lo que te hace un hombre bueno, son tus actos.
Luego están los que creen o creen creer que una figura tan relevante, como sin duda alguna es la del papa Francisco, viene a realizar una visita pastoral que concierne con exclusividad a los practicantes de la religión católica. No es verdad. El mensaje evangélico trasciende la liturgia y convoca a todas las mujeres y hombres de buena voluntad, es un mensaje de reconciliación, de pasión por la vida, de justicia y fe, de encuentro con la creación y de compromiso radical con la existencia.
Todos cabemos en un país tan grande como este. Todos podemos, por muy diferentes que seamos, compartir un mismo gesto de bondad hacia el vecino.
Vamos a esperar para escuchar con atención tratando de leer entre líneas porque los pontífices suelen bordar fino. Seguro que algo de lo que ahí se dirá nos interpelará a todos sin distingos de nuestra condición muy personal y privada.
Bienvenido el papa y bienvenido sea siempre todo aquel que venga en el nombre de la paz y la concordia.

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