Inicio Alejandro Ramírez Arballo La cultura y el estado

La cultura y el estado

Cuando era muy joven recibí un premio literario pagado por el estado y así pude publicar mi primer libro, recibir un dinero y -algo mucho muy importante- pude también sentirme escritor de a de veras. No exagero si digo que mi vida cambió para siempre a partir de ese momento, parecía que la sociedad reconocía públicamente algo que hasta ese preciso instante había permanecido en el ámbito de lo privado y, si se quiere, de la más pura y estricta intimidad: el escribir poesía.

Ahora me explico: en un mundo como el nuestro, dominado por la idea del éxito material y la imperiosa necesidad del consumo, pensar en la necesidad de instituciones oficiales con políticas culturales sensatas parece un despropósito: “hay cosas más urgentes” dicen los que van de pragmáticos. Se nos olvida que esas políticas culturales, esos recursos encausados a través de prácticas y acciones sociales tienen un impacto directo en la vida de la gente, en su proceso de formación, integración y diálogo con los demás. No atender esta necesidad es abonar la causa de la barbarie y el fracaso humano.

El estado tiene la posibilidad y el hermoso deber de procurar condiciones favorables para el desarrollo de las personas. Como parte de ese crecimiento interior no encuentro vía más adecuada que el fomento de la cultura en su sentido restringido, es decir, en el cultivo, la promoción y difusión de manifestaciones artísticas: a través de ellas los hombres y las mujeres labramos una sensibilidad que nos permite valorar más hondamente la experiencia del mundo y también, así lo creo, un carácter prudente y equilibrado.

Que las autoridades en la materia partan de la centralidad del ser humano y sus valores, porque si no lo hacen así habrán de perder el rumbo tarde o temprano, por más relaciones públicas y pirotécnica que utilicen para convencernos de que están haciendo correcta y honorablemente su trabajo.

Prometo seguir informando.

 

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