Inicio Carlos Sánchez A estas alturas de mi vida sé que me moriré haciendo fotos:...

A estas alturas de mi vida sé que me moriré haciendo fotos: Claudia Platt

Esta es una conversación con Claudia Platt:

–Claudia, cuéntame los recuerdos que tengas sobre tu primera cámara fotográfica.

–Verás, mi primera cámara fotográfica la tuve poquito después de los veinte años, una cámara análoga usada que compré con mi aguinaldo. Todo el dinero de ese diciembre se me fue en la cámara. Tenía tiempo viendo revistas y libros de foto y quería poder hacer cosas así, imagínate, sin experiencia y con cámara en mano. La cosa es que me pasé dos o tres meses leyendo el manual porque tenía la idea de que no necesitaba tomar un taller, además de que entonces no había muchas opciones de cursos o talleres. Por fin me decidí y durante semana santa me fui con mi familia a una casa que teníamos en la Costa de Hermosillo, y allí en medio de naranjos, dátiles, higueras y tierras cultivadas, usé mis primeros dos rollos. Tuve suerte porque una de esas imágenes ganó un premio Kinsa, de Kodak, de los que organizaba El Imparcial entonces, aún tengo esos negativos muy bien archivados, como algo valioso.

–Habiendo un amplio abanico de posibilidades, de ejercicios artísticos o visuales, ¿por qué ejercer la fotografía?

–Leo poesía desde que era adolescente, por eso entré a estudiar Literatura en la Universidad de Sonora. Quería hacer poesía. Poco a poco entendí que mi curiosidad tenía que ver más con entender la imagen en su totalidad. Así llegó la fotografía a mi vida, en mis afanes de experimentar cosas. Sigo leyendo y escribiendo poesía, pero me estacioné en la foto porque muy pronto entendí que va mucho más allá de aplastar el obturador. Las fotos se vuelven, además de tus sentimientos, tus pensamientos. Somos eso que retratamos. La foto es lo que somos.

–¿Qué prefieres: foto digital o análoga?

–Cuando empecé en la foto no había opción, solo había foto análoga, teníamos que esperar a revelar e imprimir para saber cómo habían salido las fotos. Algo que entonces lo sentía un poco poético. Así que ahí andábamos cargando cámaras pesadas y cambiando rollos cada 24 o 36 imágenes, que antes era normal, pero ahora viéndolo a lo lejos me da ansiedad volver a esos tiempos.

Un día me regalaron una camarita compacta, mi primera cámara digital, una Cannon de 4.5 megapixeles (creo recordar), pequeñita, liviana, mágica, que me hizo entrar de golpe al mundo digital. Sentí que era lo máximo y nunca volví a extrañar lo análogo. Creo que soy muy práctica, porque hace unos dos años me compré un Ebook y ahí leo mis libros digitales desde entonces, y nunca he extrañado el olor del papel.

Desde la relación que tengo con la imagen, la foto está por encima de si es análoga o digital, no creo que una sea mejor que la otra; la imagen va mucho más allá de la manera como se hizo técnicamente.

–Tu trabajo es antropológico, el rescate de la familia, incluso, las historias, ¿debe la fotografía cumplir con aportaciones de rescate social?

–Creo que la fotografía cumple varios cometidos, cada uno hará de ella cuanto desee o necesite. En mi caso la fotografía tiene un objetivo muy claro, registra e interpreta. En mis proyectos está registrando momentos, pero al mismo tiempo está interpretando mis reflexiones, mis inquietudes, mis preocupaciones. Lo que soy en este momento.

–¿Cuáles son tus fotógrafos de cabecera, esos imprescindibles?, ¿y por qué lo son?

–Hay varios y cada vez agrego más, pero claro que hay mis consentidos, como Graciela Iturbide, que es mi gran inspiración, que tiene un proyecto sobre los Comcáac que no me canso de ver, además de que todo su trabajo está lleno de poesía. Esta además mi gran amiga y maestra Ana Casas Broda, gran artista y mujer sumamente amorosa, inteligente, emprendedora, que no se cansa de impulsar la fotografía en México. Su obra es honesta y profundamente personal, algo que no todos los artistas de este momento tienen. Admiro el trabajo de varios artistas, sería una larga lista.

Creo que la mejor manera de crecer como artista es estar viendo lo que se está haciendo en fotografía en el mundo en este momento, somos una mezcla de influencias, no hay nada nuevo bajo el sol.

6.- ¿Qué es la luz?

Al principio Dios creó el cielo y la tierra.

La tierra era algo uniforme y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios aleteaba sobre las aguas.

Entonces Dios dijo: “Hágase la luz”. Y la luz se hizo. Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas; y llamó Día a la luz y Noche a las tinieblas. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el primer día.

Imagínate, si el mismísimo Dios consideró necesario crearla desde el primer día para separar la luz/día de la noche/tiniebla, cuán importante debió ser para él la existencia de una fuerza iluminadora que permitiese ver cuánto se fuese creando. Creo que Dios supo desde el origen que la luz es la que legitima, la que origina todo; por consiguiente si se ilumina y se ve, entonces existe.

La luz lo es todo y como fotógrafos nos pasamos la vida intentando controlarla, conducirla, dirigirla, hacerla hablar.

–¿A qué hora del día te gusta hacer foto?

Soy fan de la luz, suelo hacer mis fotos al mediodía, entre más iluminado más tiene sentido para mí. Mis fotos son en el día y en exterior, es donde mejor me siento.

Nací en una región desértica donde el sol determina la vida de sus habitantes, así que he aprendido a fluir con el clima, el calor y el color de las cosas. Me gustan las fotos casi blancas, y tiene que ver con el exceso de luz que suele haber y que es mi manera de ver también.

–¿Por qué elegir como tema los fariseos?

–Desde niña entendí que soy una mezcla de razas porque en mi familia hay de todos colores, eso tiene que ver con nuestra historia y creo con la historia de cualquier sonorense, estamos hechos de intercambios culturales, de pueblos originarios y de migrantes. Mis bisabuelos llegaron a Sonora migrando, buscando una nueva y mejor forma de vida, eso me queda claro, unos de muy lejos y otros de más cerca, pero todos llegaron a esta tierra prometida y aquí se quedaron.

La Semana Santa yaqui tiene una profunda importancia para mí, me conmueve mucho y tengo años tratando de vivirla desde lo más dentro posible, solo que lo hago aquí en Hermosillo, en la ramada del Coloso Alto, tratando de rastrear los vestigios de los yaquis llegados a Hermosillo durante el exterminio por allá a mediados del siglo XIX y principios del XX, y de su sobrevivencia. Estoy convencida que esos yaquis que tuvieron que dejar su territorio y se instalaron en Hermosillo, sobrevivieron gracias a que pudieron continuar con sus rituales, eso les dio una razón para continuar, para seguir siendo fuertes a la distancia.

Los yaquis en Hermosillo ya no son yaquis en el sentido estricto de la palabra y sin embargo durante la Cuaresma, lo son tanto como los yaquis de los ocho pueblos, eso es lo que vivo, lo que veo y lo que mi cámara registra en ese momento.

image

–Más allá de la fotografía, ¿qué aprendizaje le aporta a tu vida el disparar sobre máscaras y rituales?

–Los pueblos originarios nos dan el privilegio de dejarnos contemplar sus rituales, de acercarnos a su cosmogonía, eso lo tengo claro y bajo esta consigna trato en todo momento de no interferir con mi cuerpo ni con la cámara. Registro desde cierta distancia porque entiendo mi lugar como testigo, como espectadora. Otro aspecto de mi trabajo es su parte de ciudadanos comunes, con vidas familiares, trabajos, espacios de diversión, ahí ya es distinto, ahí sí me permito fotografías un poco más libres.

Visitar las comunidades indígenas me ha permitido entender que no solo es llegar y sacar la cámara, me ha llevado a prepararme antes, a leer mucho más al respecto. A estas alturas he entendido dos cosas: primero, no se vale hacer uso de una cámara para llegar haciendo fotos solo porque creemos que tenemos el derecho a hacerlo, y segundo, he aprendido a respetar sus espacios y su derecho a decir que no quieren ser retratados.

–¿Fotografías por vocación, por placer, o por el sentido estricto de llevar tu trabajo a una galería?

–Fotografío por vocación, por placer y porque me interesa que mi trabajo sea conocido. Mentiría si dijera que solo trabajo para mí, al contrario, todo entra en el juego, todo es importante, me he preparado mucho y lo seguiré haciendo porque creo que respeto demasiado mi oficio para decir que ya lo sé todo.

Ya tengo veinte años en esto, y muchos de esos años los he dedicado a prepararme en todos los aspectos, por lo que he tomado talleres, cursos, diplomados para mejorar mi trabajo y sigo sintiendo que es algo que nunca termina. Disfruto enormemente hacer fotos y más el momento del enfoque, es algo muy gozoso, así que lo repito infinitamente, a estas alturas de la vida ya sé que me moriré haciendo fotos. Mi meta en la vida es ser una buena retratista, no pido más.

En estos momentos estoy trabajando tres proyectos, cada uno de mucha importancia para mí pero a los tres les dedico el mismo tiempo. Uno de esos proyectos tiene que ver con mi historia personal y familiar, ha sido más difícil porque cuesta mucho ser objetiva con uno misma, pero ahí va, espero pronto tener algo listo y darlo a conocer.

 

image

 

Fotografías: Claudia Platt.

Deja un comentario