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Navidad en otoño

«Sabia virtud de conocer el tiempo”, nos recordaba con economía y precisión el inefable Renato Leduc. Cuando me recome la premura o cuando me siento atribulado por los calendarios, hago una pausa y recuerdo estas simples palabras, que tienen el hermoso poder de bajarle de revoluciones a mi de por sí acelerado espíritu. Digo estas cosas porque ayer, apenas ayer, fui al supermercado de entrada por salida, iba a comprar alguna cosita de última hora. El espectáculo me provocó vértigos: ahí, en medio de una parafernalia que incluía música de temporada y lucecitas de colores, la navidad me aplastaba con toda su densidad blanca, verde y colorada; y que quede claro algo, no soy un aguafiestas ni uno de esos corazones que se reblandecen por la nostalgia cuando llega esta época del año No, a mí me encanta la navidad, pero cuando es el tiempo natural de la navidad, no cuando los mercaderes deciden lo que se les pegue la gana con tal de vender más.

Vivimos en un tiempo impaciente. Todo lo queremos aquí, ahora, ya. Nos hemos dejado atrapar por esa rueda de molino a alta velocidad que tritura nuestra condición humana y nos vuelve un polvito fino, materia para usar y tirar. Me resisto a seguir el camino que me imponen los dueños del mercado: compraré cuando deba comprar y celebraré cuando deba celebrar, declarándome en absoluta y radical rebeldía contra la dictadura del aparador y las ventas online.

La gente que me encontré en el supermercado parecía de lo más normal, deambulaba de un lado para otro sin apenas enterarse de lo que un Santaclós risueño gritaba desde su pequeña mecedora movida por baterías. Indiferentes o resignados, los clientes de aquel lugar se abrían paso en aquel templo del consumo y yo, como es natural, avancé sobre grandes pasos, apurándolo todo para abandonar lo más pronto posible aquel lugar de locos.

Este año no me quedaré de brazos cruzados: no le regalaré nada a nadie, ni esperaré regalos; reduciré los adornos del hogar al mínimo y celebraré las fiestas de fin de año leyendo obras literarias o escuchando piezas musicales con temas o motivos navideños. Trataré también, por supuesto, no olvidar la relevancia cristiana del evento, y que la marabunta consumista devore lo que nos queda de este mundo. Conmigo no cuenten nunca más.

-alx

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