Solidarios

Cae la tarde, en las afueras del Comedor Vida Plena, Corazón Contento hay más personas de lo normal, tal vez el doble o triple de la que habitualmente llega a pedir asilo y comida. De hecho resaltan las conversaciones pues los acentos son extranjeros. Se trata de 350 migrantes de Honduras, El Salvador y Guatemala que vienen de Chiapas y Oaxaca, ayudaron en las labores de rescate y reconstrucción en lugares como Ixtepec, donde los sismos de septiembre dejaron a su paso muertos y construcciones destruídas.

En retribución a los mexicanos, aquellos que a su paso hacia el norte siempre les dan comida y vestido, que los ayudan cuando son deportados de los Estados Unidos es que decidieron ayudarlos en los momentos tan difíciles que pasaron con el terremoto.

En la baqueta de enfrente, cruzando la calle donde está el albergue, hay unas cuarenta personas, mexicanos en su mayoría, que también buscan otra vida en el extranjero pero que viven cerca de las vías y que no alcanzaron lugar en el recinto. Esperan que salga otra tanda de comida. Hoy deberán buscar otro lugar para dormir.

Los 350, entre hombres, mujeres, niños y niñas, pertenecen al Viacrucis Guadalupano Migrantes Solidarios y hacen diferentes escalas pidiendo respeto a sus derechos humanos, haciendo activismo por la situación que viven los migrantes centroamericanos en México donde a su decir son vejados muchas veces por la polícia, las autoridades migratorias y el crimen organizado. Aunque cada uno de ellos trae su cruz desde el país que los vió nacer.

Perla y Marvin, su milagro personal

Son 350 historias distintas, además de lo que vivieron apoyando al pueblo mexicano, ahora cada quien busca un destino, los Estados Unidos o algún estado de nuestro país, como el caso de Perla, quien desde Guatemala busca en México la atención médica que su hijo necesita. Sí, para muchos mexicanos, los servicios de salud son deficientes, pero en países como el suyo, tener atención de doctores mexicanos es una verdadera esperanza.

Perla viaja en el tren con su hijo autista, es madre soltera y va a Mexicali. Dice que todos estos factores hacen que el viaje sea más y más difícil pero vale la pena pues en Baja California han atendido a su “milagro personal” como llama a su hijo Marvin a quien no le daban expectativas de vivir y en México logró la atención adecuada.

Aunque no es la primera vez que viaja a Mexicali, debió hacer la travesía desde Guatemala una vez más porque fue deportada por las autoridades migratorias de México y busca de nuevo llegar a donde su hijo recibe los tratamientos necesarios para vivir mejor. Afirma que Dios es su pilar en estas travesías.

 

“Dios ha sido mi pilar, yo tengo mi milagro personal, mi niño autista en Guatemala me lo diagnosticaron que solo iba a vivir de 6 a 18 meses y por fe, porque Dios me ama y porque soy su hija va a cumplir 17 años”

Samantha y José, amor que da vida pero a que costo

Dentro del albergue han recibido un plato de comida caliente, por la gestión de la Dirección de Atención a Grupos Migrantes del Gobierno Estatal fueron canalizados a este lugar en la colonia San Luis y ahora pueden tomar además un baño, descansar y tomar las fuerzas necesarias para seguir hacia el destino que buscan. Hay frijoles, sopa fría, sopas instantáneas y varios guisados que fueron repartidos entre todos, en la sala principal están algunos dormidos, otros ven la televisión, afuera los niños juegan y ahí encontramos a José, cuida a su pequeña de 3 años, Samantha. La “nena” como la llama su padre juega con algo imaginario y cuando nos sentamos en la banqueta para platicar con su papá, no duda en acurrucarse junto a él y ahora mira fijo mientras nosotros hablamos.

 

Su historia es triste. Para una pequeña de 3 años, viajar en el techo de un tren, con calor, hambre y corriendo riesgos es en si mismo incongruente, pero como ella hay muchos niños que sufren la misma suerte. Cruzando la calle podemos ver al menos 5 más. Algunos más pequeños. Ahora, sumemos que su madre se fue y la dejó con su papá quien ahora la cuida pero salió huyendo de Honduras pues su vida estaba comprometida por el narco de aquél país. Ahora dice que su pequeña es la razón para seguir con vida, pero que de ninguna manera volverá a Honduras. Por eso pide asilo donde quieran darle, Estados Unidos o México.

 

“Yo no puedo regresar a mi país, pase lo que pase, a mi país no entro, tardaría más en entrar que en estar muerto…”

 

Luego, una mala relación de pareja hizo que se separara de la madre de su hija y tomaran caminos distintos, José afirma que quiso morir al separarse de sus hijos y vivió tiempos muy duros donde incluso intentó suicidarse. Pero hace un mes, recibió una llamada que Samantha era maltratada por su madre y que se la entregaría.

 

“Yo no comía, yo no bebía, pero Dios no permitió que me quitara la vida. Como al mes la llamada, que mi nena no quería estar con ellos y entonces fui a Guadalajara y ella se fue conmigo. Ahí me devolvió la vida, por ella es que yo estoy viviendo.”

El sueño que ya no es un sueño

En dos días más dejarán Hermosillo y seguirán buscando una mejor oportunidad de vida, mucho intentarán ir a los Estados Unidos pero el sueño americano ya no es el sueño de muchos, una gran mayoría busca destinos como Tijuana, Mexicali, Caborca, pues las posibilidades de llegar al gabacho son cada vez menores y si lo consiguen la vida ya no es tan buena como antes. Los nuevos prototipos de muro fronterizo están siendo probados y cada vez cruzar la frontera será más difícil. El destino que queda será pues nuestro México.

 

 

 

 

 

 

Deja un comentario