Sentimientos encontrados

Sentimientos encontrados por fuera de la funeraria donde este sábado estuvieron los cuerpos de los cinco policías caídos en cumplimiento de su deber en Guaymas. Víctimas de un ataque cruel que los tomó por sorpresa. En el interior la tristeza, en el exterior el coraje de los agentes que resguardan el lugar, pero también tristeza y miedo.

Durante la mañana, los chalecos antibala ceñidos al cuerpo, las armas largas prestas a la defensa, los radios sonando con claves que a los agentes los mantuvo en alerta. Un reporte de dos vehículos con gente armada rondando la funeraria revivió la posibilidad de que se repitiera un ataque, pero esta vez había la disposición de no dejarse. No hubo necesidad, al final no pasó nada.

En unas horas los agentes serían llevados a la Iglesia del Sagrado Corazón a dos cuadras de la funeraria y las carrozas ocuparon toda la calle frontal. El desfile de coronas de flores no cesó. Los deudos, periodistas, amigos, vendedores, curiosos iban y venían, entraban, salían. La funeraria a reventar y los alrededores con una tensión que se respiraba en la humedad del ambiente del puerto de Guaymas. Había nerviosismo.

En la ciudad, la gente no tenía de otra, la actividad los requiere y hay que trabajar. Parece que nada pasa pero la indignación es mucha. Apenas una noche antes, Sara Valle la alcaldesa de la ciudad convocó a una marcha donde hubo más trabajadores del propio ayuntamiento y reporteros que gente. La sociedad se desquita en las redes sociales, en la comenta con los vecinos. En la funeraria, afuera, la indignación fue naturalmente, el  tema.

La pequeña marcha que lo dice todo

Enrique Alamillo Romero, Marlon Islas Dueñas, Pedro Corral Velásquez, Dulce Alejandra Rojo Nava y Abraham García Coronado ahora descansan pero sus familias además de sufrir, llevan en la mirada la impotencia, el enojo de que ellos perdieron una hija, un esposo, un padre, un abuelo. Los responsables no sufrieron, solo mataron y se fueron. Y en la policía la vida sigue como es, el nuevo gobierno parece cumplir el protocolo de ocupar la silla y mandar porque de sensibilidad fuera del discurso mediático y la foto no pasa nada. Patrullas para dar lástima, fornituras decorativas, policías que deben pagar sus balas.

A la una con treinta de la tarde, los féretros son subidos a las carrozas y uno a uno se enfilaron hacia la iglesia, las familias se acomodan detrás para emprender la peregrinación que si reflejaba el sentir de los guaymenses. Sin alardes, sin pancartas, sin consignas. Las miradas y los rostros bastaron para demostrarlo.

Cinco carrozas blancas, estacionadas de reversa con la cajuela abierta. Esperando.

La misa, el dolor, las lágrimas y la hora de dejarlos ir en lo físico se acercaba. Al salir de la iglesia las familias abrazan la foto de sus difuntos. La madre de Dulce Alejandra se va por la banqueta llorando y pide que haya justicia. Le han arrebatado a su hija. La hija de Abraham, el agente de tránsito no quiere hablar, le ganaron las lágrimas. En todo momento las miradas de los agentes que custodian las puertas de la iglesia voltean para todos lados, en las esquinas, las patrullas con agentes en todo momento pendientes de cualquier vehículo que genere sospecha. Lo mismo al pasar por el hospital donde se recuperan los agentes heridos. Definitivamente en la policía de Guaymas no hay tranquilidad. Ni de cerca.

Camino a casa

Al menos diez patrullas escoltaron las carrozas camino a la Comandancia de Policía en la entrada de Guaymas, el camino que tomaron para dar el último rondín fue por una colonia entre cerros que conecta con la carretera rumbo a lo que fuera su casa, donde a diario dejaban el esfuerzo de su trabajo, literalmente su vida. El recorrdio fue lento y para nada silencioso. Las sirenas encendidas  hicieron eco en las casas alrededor y la gente salió a ver lo que pasaba, los autos se detenían para dejar pasar el cortejo fúnebre que llevaba a los agentes a su último pase de lista.

En la comandancia, los elementos se preparaban como cuando recibirás una visita importante, los uniformes, la logística, el acomodo de las patrullas, las sillas para las familias, el ir y venir de los comandantes que organizaban que todo estuviera perfecto para que sus compañeros caídos vieran que se les quiere, que se les va a extrañar.

Al llegar el cortejo, el silencio de pronto. Bajan los cajones y los acomodan bajo una lona que da sombra, frente a sus familiares y compañeros y las autoridades políticas que lo mismo daba si estaban o no.

Los agentes dieron el pase de lista en el segundo turno del sábado. Sonaron las sirenas.

Desaire

Bajo la sombra y junto a un podium también estaba la alcaldesa Sara Valle flanqueada por dos diputados. Yumiko Palomarez y Rodolfo Lizárraga, también Daniel Morales Pardini el comisario de seguridad. Los 4 mostraron una falta de tacto enorme. Nadie como autoridad tomó  la palabra para dar un mensaje a los familiares. Nadie se acercó a los deudos para hacer un compromiso. Nadie dijo nada. Solo se fueron cuando se acabó el  homenaje.

No sin antes escuchar a los familiares quienes si tuvieron el valor de hablar de frente. Agradecieron el gesto de los compañeros policías pero también señalaron la corrupción de los altos mandos, aquellos que llenan sus bolsillos de dinero a costa de los agentes que no tienen equipo de calidad, que pagaron con su vida por lo que otros hicieron, señalaron la pasividad de aquellos que no hacen nada. Pidieron justicia.

Autoridades hicieron mutis.

La despedida

En el Panteón Guaymas Norte despidieron a Dulce Alejandra, la agente del grupo operativo de 29 años que no soportó las heridas del embate. Murió mientras era trasladada en helicóptero para recibir atención médica. También Abraham García, el agente de tránsito que solo quiso hacer su trabajo y murió en la esquina que cuidó durante años. Los dos entierros fueron a la misma hora, los dos con música de banda a unos metros de distancia.

La familia de Dulce Alejandra Rojo Nava sentada alrededor del féretro abierto, observando por última vez el rostro de su hija, de su hermana. Con “Belleza de Cantina” en el fondo a ritmo de tuba y acordeón. Rosas rojas en el cristal del cajón. En unos minutos las lágrimas y el llanto fuerte. El momento de dejarla ir físicamente llegó. Una cruz blanca de madera con letras negras pintadas a mano esperaba ser puesta.

Del otro lado de la calle, metros adelante, una tecno banda tocaba sin parar. Solo que la música era diferente. Las cumbias alegres no pararon en todo momento.

Sonaba “La Chona” y alrededor del féretro de Abraham, un remolino de gente. Entre risas, llanto, botes de Tecate Light despedían al agente de tránsito. Le gustaba la alegría y la fiesta y así lo despidieron. “Bota la Bata” hizo que rompieran en llanto los familiares mientras la cantaban, lloraban y bailaban cerca del cajón. Así le daban el último adiós.

Ya de noche, el panteón se fue quedando solo. En la oscuridad de las calles se veían las luces rojas y azules de sirenas que sonaban a lo lejos. Guaymas, buenas noches.

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