Doña Carmen Yanes tiene 85 años, si le preguntas, ella dice que 47. Pero en su plática puede cambiar de edad en cualquier momento. Por su edad, su lucidez ya no es la de antes y constantemente cambia de tema. Sin embargo siempre platica con excelente dicción y educación. Ella fue maestra y directora de la escuela Plutarco Elías Calles en Hermosillo, allá cerca del panteón Yáñez. Ella vive a unas cuantas calles en la colonia ISSSTE Federal donde tiene su casa en el número 27 de la calle Cabildo. Ahí vive sola.

A través de sus vecinos, se ha solicitado ayuda para que alguna autoridad, ya sea la Procuraduría de la Defensa del Adulto Mayor o el INAPAM revisen su situación y vean si su caso requiere alguna acción que ayude a que Carmen tenga una mejor calidad de vida.

Doña Carmen recibe comida regularmente dos veces al día, en la mañana y por la tarde, afirman sus vecinos que a veces se retrasa quien la lleva y la señora sale a pedir comida a las casas de su calle porque tiene hambre. De acuerdo a las personas que la ayudan ya desde hace varios años, dos sobrinos se hacen cargo de ella pero no le dan la atención necesaria más allá de darle comida. Sin embargo en su casa, no hay gas, no tiene despensa, y sobre todo, no cuenta con la atención que requiere. 

El sábado por la tarde, Carmen sale de su casa, en la puerta del jardín está la «Tita» una perra que le hace compañía y la cuida de los extraños que se acercan a ella. Cruza la calle y llega a la casa de una vecina para tomar una taza de café.

Sentada en una silla con la «Tita» a un lado, inseparable, Carmen platica su vida, sus padre, la comida que le gusta, su soledad…Isaac y Marcia le dan más café y le ofrecen comida, así también Teresita, la vecina a dos casas ve por su bienestar.

Muchos vecinos más han cuidado de Carmen pues sus familiares apenas van a llevar la comida o mandan a alguien a llevarla y luego se van.

Carmen necesita que la atiendan, son constantes los ataques de ansiedad que la ponen mal y termina en la calle gritando. En la semana quemó un colchón en la puerta de su casa, tuvieron que ir los bomberos a sofocar el fuego. El riesgo es latente.

Durante las últimas lluvias de «Sergio» la casa se goteó pues le falta mantenimiento y de no haber sido por los vecinos que cambiaron los muebles de lugar, Carmen se hubiera mojado.

La ayuda la tiene de todo corazón pero los vecinos buscan que tenga mejor calidad de vida, una atención médica adecuada y mayor vigilancia. Ella afirma que se sienta a esperar a que alguien llegue pero a veces nadie llega y mejor se acuesta.

Tiene un estado de ánimo alegre a pesar de todo y sonríe mientras platica y bebe el café, pero entre anécdota y anécdota sale su tristeza por la soledad, por los que no están, por los achaques.

Durante sus años de juventud ayudó a generaciones a formarse, educó a muchos que hoy pueden ser hombres y mujeres de bien a través de sus lecciones en el aula. No tuvo hijos biológicos pero seguro tiene muchos que la recuerdan como su maestra escolar. La tarde cae y tras dos tazas de café en la cochera de los vecinos, es hora de regresar a casa, a la soledad, a esperar.

Deja un comentario