La primera vez que México realizo una transmisión televisiva TDT (Televisión Digital Terrestre), mejor conocido como señal digital, fue en 1998.
La Comisión Europea recomendó la fecha mayo de 2005 para el cese de emisiones análogas (apagón analógico) en Europa y como fecha límite el año 2012 para todos los miembros de la Unión. Países Bajos fue el primero en cumplir la meta el 11 de diciembre del 2006 y muchos países de la Unión Europea lo lograron en fechas posteriores a la “límite” propuesta por la Comisión.
Entre los beneficios destacados del proceso se encuentra una “mayor calidad de imagen y sonido, mayor cantidad de canales en televisión abierta sin costo y la capacidad de ver televisión en alta definición, la televisión local como nunca la has visto” según el portal televisióndigital.mx.
El denominado “apagón analógico” estaba previsto en México para el año 2021 pero, a través de un decreto presidencial, el no muy legítimo ex presidente Felipe Calderón decretó como fecha límite el año 2015. En el presente la “oposición” (PAN-PRD) pensaba aplazar la fecha a lo que el PRI se opuso y el proceso se encuentra a toda marcha para lograse el 31 de diciembre del año en curso.
El día de hoy La Jornada publica: “La Secretaría de Comunicaciones y Transportes informó que la cantidad de televisores digitales a entregar en los hogares más pobres del país podría llegar a 9.7 millones, lo que representa 300 mil dispositivos más de los que se tenía programados. La adquisición de esos 300 mil televisores adicionales no se haría mediante licitación, sino por asignación directa, ya que la Ley lo permite, señaló la dependencia”.
El acceso a la señal digital se convirtió en un “derecho humano” y la entrega de televisores en “un deber constitucional”. Yo me pregunto, ¿En qué país la entrega de televisores está estipulado por la constitución? ¿Por qué tanto apuro en lograr una meta sustancialmente improductiva para el desarrollo social de los mexicanos (la entrega es realizada por la Secretaría de Desarrollo Social? Al final de cuentas ya sabemos quién decide sobre el contenido de la TV abierta en un país con serios problemas en lo que se refiere a democratización de los medios de comunicación.
En su obra “Sobre la televisión”, Bourdieu, desnuda las practicas demagógicas, frívolas y fraudulentas que despliegan a diario los medios de comunicación para ganar audiencia y dinero así como el poder que ejercen a través de la comunicación. El caso mexicano es emblemático gracias a Televisa y ha sido documentado, analizado y discutido en libros como “Nación TV”, “El quinto poder” o “El sexenio de Televisa”.
La última edición de Proceso tiene escrito en portada “La guerra sucia entre Slim y Azcárraga. Apagón analógico. La confrontación” acompañada de una imagen del presidente Peña Nieto con Emilio Azcárraga.
Recordemos que los medios mexicanos, al igual que la mayoría en todo el mundo, se encuentran al servicio de un grupo de poder que busca conservarlo y así mantener su hegemonía. Es necesario analizar a fondo el impacto de este proceso “modernizador” que, mal empleado, podría tener más consecuencias negativas que beneficios.
Ante una problemática social creciente y ya en altos niveles, la entrega de televisores y el apagón analógico, no se convierten más que en simulaciones del progreso inexistente que se proyecta al exterior con la finalidad de cumplir con la apuesta global del gobierno en turno.
Será necesario vigilar los fondos destinados a la compra y entrega de televisores así como los productores de los equipos que seguramente se encuentran haciendo mancuerna en un millonario negocio a expensas de las necesidades de la población en general.
Me viene a la mente el último spot del Gobierno de la República, ese de “ya chole” y leí esta frase de Margaret Thatcher “Vivimos en la era de la televisión. Una sola toma de una enfermera bonita ayudando a un viejo a salir de una sala dice más que todas las estadísticas sanitarias”. Después pensé en las políticas públicas de inclusión social en Bogotá, en la construcción de bibliotecas públicas en sitios lindos dónde todos compartimos espacios públicos mientras pensamos… que lejos estamos.







