Hace 10 años su vida estaba en crisis, no podía ver a su hijo y un día por allá por Sonoyta una amiga le dijo que si quería probar «una cura»… pensó que tal vez así se le pasaba un poco la tristeza y le entró. Probó el cristal por primera vez. Luego otra y otra vez hasta que se hizo adicta, hasta que se perdió el respeto y luego vendía lo que tenía por un poco de droga. Un día ya no tuvo nada para vender y a cambio ofreció su cuerpo para poder seguir consumiendo. Fue cuando cayó más bajo cuenta Elizabeth. A secas, los apellidos por razones obvias no importan.

Aquí es más fácil conseguir cristal que comida

Elizabeth nos recibe en la sala de una amiga, luego de un par de semanas de buscarla por fin ha decidido platicar ante la cámara y contarnos como es vivir con la adicción, ser madre de 6 hijos y tener una pareja adicta también.

El día a día es duro para ella, alimentar a sus hijos, conseguir droga, soportar los golpes y agresiones de su pareja y tratar de cuidarse en lo posible la diabetes que padece. No es sencillo tampoco arrastrar su pasado que en parte dice ella la llevó a caer más fácil en el vicio del cristal.

“cuando hay agresiones, pues yo tengo la culpa porque cuando fumo la cura me da por ponerme celosa, pienso que mi esposo se va por ahí con otra y se la hago de emoción, luego le grito y pues acabamos mal, pero es mi culpa, siempre es mi culpa”

Por 50 pesos, a la derecha o a la izquierda, en la cuadra que quieras puedes conseguir un globo de cristal, no importa si vas tu o mandas a tus hijos porque ni siquiera puedes levantarte de la cama, te lo venden o te lo cambian por un celular, una tele o un par de zapatos, eso no importa, incluso el “tipo de cambio” ahora incluye hasta comida porque hay quienes cambian la comida que tienen por una dosis de droga para seguir fumando.

“Hay veces que no tengo para darle de comer a mis hijos, pido dinero y nadie me ayuda, pido comida y me la niegan entonces consigo droga y la cambio por comida para poder darle a mis hijos, ese día pues no me queda para mí pero lo que importa son mis hijos, primero están ellos y yo me aguanto, aquí de pronto es más fácil que alguien te regale droga que comida”

Elizabeth agacha la mirada y no parece sentirse orgullosa una vez que lo dice en voz alta, quiere salirse porque ahora con la enfermedad que padece sabe que si no se cuida dejará solos a sus hijos y ese es un tema que le duele. Tiene un mes tratando de dejarlo y dice que es como un infierno, temblores, ansiedad, enojo, ataques de nervios pero dice que cualquier cosa por sus hijos vale la pena. El asunto es que su esposo sigue consumiendo frente a ella y es más complicado.

Ojalá no hubiera ido a la tienda esa tarde

A Elizabeth la acompaña uno de sus hijos, el de 3 años a la entrevista, no quiso quedarse en la casa, su esposo cuidaba al resto incluyendo el bebé de un año. El pequeño juega con un carrito sin llantas y lo restriega contra el suelo de cemento, le da un trago a una botella de coca cola y luego se acomoda a los pies de su madre. Ella le acaricia el cabello y luego comenta que se arrepiente de descuidar tanto a sus hijos por estar metida en las drogas.

“Me voy al cuarto, cierro la puerta y ahí fumo, ellos mientras están en la casa y creo que que no se dan cuenta pero si se dan, sienten que no los atiendo en la escuela, le digo a los más grandes que cuiden a sus hermanitos y ahí me quedo yo, pongo un abanico para que saque el olor pero si los tengo muy descuidados. Quiero dejarlo porque debo estar con ellos. Mis hijos son lo más importante para mi y no quiero que ninguno pase por lo que yo pasé, bueno, uno ya lo sufrió”

Elizabeth se acomoda en el sillón y sus ojos se humedecen, aprieta la boca con coraje y me dice que no me va a contar sobre eso. Pero me dice que ojalá no hubiera ido a la tienda esa tarde.

Después me dice que no se perdonaría que algo le sucediera a alguno de ellos, debe cuidarse para que su madre no les falte y vuelve a decir que quiere dejar el cristal. Ahora con la ansiedad come y toma coca cola todo el día porque según ella eso le da calma, pero con la diabetes es peligroso. Vuelvo al comentario de la tienda y le pregunto de nuevo si me contará lo que pasó.

“Fue un primo, dicen que como era un familiar debía perdonarlo pero no, lo denuncié y ahí todo se vino abajo, la familia me dio la espalda y el papá biológico de mi hijo me lo quitó, se lo llevó 5 años lejos de mi y yo no sabía que hacer. Yo pasé por lo mismo cuando era más chica y por eso me duele más. Yo sabía que no debía ir a la tienda esa tarde y dejarlo solo. El pagó por lo que le hizo a mi hijo, fue a la cárcel pero el dolor es muy fuerte, lo único bueno es que mi hijo era muy pequeño y ahora no se acuerda. Pero yo sí y no quiero que por estar en el vicio pase de nuevo con otro de mis hijos. ¿Fue abuso sexual? – Sí.

Si pudiera devolver el tiempo 10 años haría todo diferente

Para Elizabeth esa fue la gota que derramó el vaso, luego de que le quitan a su hijo empieza a tomar alcohol, a fumar y luego fue cuestión de tiempo para que empezara a consumir cristal.

Le pregunto si haría algo diferente de tener la oportunidad de hacerlo y dice que para empezar no aceptaría el ofrecimiento de su amiga para fumar cristal, luego se dedicaría a sus hijos pero también dice que está firme en dejar la droga, que le cuesta mucho trabajo y aunque su esposo no la deje ella si lo hará y buscará que se apoyen entre los dos para restaurar a su familia. Pero sobre todo el amor por ella misma es el principal motor.

“Lo hago por mí, primero debe de quererse uno mismo porque si yo no me quiero y no me cuido me voy a morir y quien va a cuidar a mis hijos”

Al terminar de platicar, Elizabeth me enseña lo fácil que es comprar cristal y en 10 minutos tenemos en la mesa, una dosis de esa droga que se cocina y se vende en La Choya, una de tantas colonias de la ciudad donde el problema de la drogadicción rebasa el tema de las autoridades y es más un problema de falta de valores y de educación, donde la necesidad económica pinta el entorno de manera deprimente, donde las bardas de candidatos que prometieron alarmas y seguridad sirven ahora para que los vándalos se recarguen y orinen, donde la policía federal entra pero la municipal no según los vecinos, donde deben de cuidar sus pertenencias porque es tanto el vicio que existe que los adictos roban en las casas para cambiarlo por más droga. Es La Choya, donde los niños que juegan en las calles lo hacen entre fugas de aguas negras, baches tapados con escombro, basura acumulada en las esquinas y casas invadidas que en muchas ocasiones son guarida de adictos.

Elizabeth por su parte se va a su casa, la cual ahora luce sin la reja de enfrente porque la cambió por comida para sus hijos, el carro de su esposo luce sin cristales pero no porque los hayan cambiado, fue un arranque de celos bajo los efectos del cristal cuando Elizabeth los destrozó. Nos despedimos, yo espero volver a verla y que se haya cumplido su deseo de dejar la droga, en verdad espero que no sea en otra situación, engrosando las estadísticas de la inseguridad.

 

 

 

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