Foto: Humberto Anaya
Carlos Sánchez
Tiempo, la palabra que contiene misterio. Tiempo, el tic tac que por antonomasia significa ritmo. El ritmo digamos desde los latidos del corazón que nos acompaña en la vida.
Los latidos de Dmitri Hvorostovsky, barítono ruso, fenecieron el día de ayer a causa de un cáncer hospedado en su cerebro. El punto final a sus cincuentaicinco años de edad, el hálito como última nota desde su existencia.
Como un homenaje, como la exaltación más necesaria, David Hernández Bretón, director titular de la Orquesta Filarmónica de Sonora, ofreció en honor del barítono extinto, el concierto Sinfonía por un mundo mejor, de Antonio Simarro, en Teatro de la Ciudad de Casa de la Cultura de Sonora, en Hermosillo.
El concierto se desarrolló en el marco del Festival Cultural Sonora Dancing for the Millennium Goals. Allí, la Orquesta en compañía del canto. El Coro de la Universidad de Sonora en el escenario, la dupla que imbrica perfecta. El mejor de los regalos para una noche de jueves donde los espectadores, a partir de la muerte, nos enteramos del nombre de Dmitri Hvorostovsky.
Tiempo, el vocablo toral en la existencia de la música. Observar los movimientos del director, escuchar las intervenciones de los instrumentos, las voces. Acatar la indicación, los percusionistas obedeciendo desde la mano izquierda los apuntes de quien erige la batuta. David Hernández Bretón y sus alcances más allá. La concentración insondable.
Entra allí, en el momento requerido, un solo de trompeta, el tono más grave que la secunda. Para después, o antes, un solo también de percusiones introducirse en el pecho de quienes observamos y sentimos.
Tiempo. Los tiempos de beligerancia, la violencia que se exalta a la menor provocación, la innegable, inocultable presencia del acontecimiento trágico. Permanente. Estos son los tiempos que nos han tocado lidiar.
Por eso, la oportunidad del concierto, su nombre: Sinfonía por un mundo mejor que se conforma de cuatro movimientos: I. Obertura por los derechos humanos, II. Homenaje, III. Desarrollo sostenible y IV.
Esta sinfonía, que ahora da la vuelta al mundo, ha sido avalada por la UNESCO, y cuenta con el apoyo de Greenpeace, que ha cedido el material visual para la promoción del cuidado de la naturaleza y la sostenibilidad.
Tiempo. La ciudad que se viste de arte. La correspondencia de melómanos y no. Estar allí, en la fila, con su ritmo también que marca la distancia entre uno y otro espectador. Tiempo. Admirar el cierre crucial que marca la batuta. La voz que se eleva mientras un chelo, o dos, el violín, el piano, el contrabajo, la percusión, visten de armonía el teatro.
Siempre me surgen las preguntas, mientras los músicos leen sus partituras y el director conduce, ¿cómo es que los intérpretes leen, ejecutan y miran al mismo tiempo las órdenes del director?
En lo que intento responderme, encontrar el cíclope en los músicos, siento las obras andar dentro de mi cuerpo, la alegría de levitar, el sonido inmarcesible que se queda a vivir por siempre en mi interior como recuerdo de una noche de concierto.
Esta noche de Sinfonía por un mundo mejor, la pregunta también inevitable estriba en si Dmitri Hvorostovsky, el extinto barítono, ¿estará ahora en ese mundo idílico, al que deseamos llegar?