Por: Luis Álvarez Beltrán
No va aquí un abstracto sobre las virtudes del libro más reciente del autor sonorense Carlos Sánchez. Es más bien un artículo, aspira a serlo, si es que logra hacerlo, sobre la obra conjunta de este conocido y reconocido escritor y también sobre el momento actual de la literatura sonorense.
La publicación y afortunado derrotero de La Ciudad del Soul no llega como un evento inaugural u ópera prima o el bautismo de fuego de un novel escritor a quien hay que leer para ver qué es lo que trae. Carlos Sánchez se ha ganado un lugar como autor desde hace varios libros, desde hace muchos años. La Ciudad del Soul es la consolidación, acaso la solidificación, de lo que será el legado del carnal como escritor hermosillense, sonorense.
Si hablamos de literatura regional, para llamar las cosas por su nombre, Carlos Sánchez escribe literatura regionalista. Y eso no es defecto. Hay de literatura regional a literatura regional. Y se puede escribir literatura regional ya sea acerca de Opodepe, Tijuana, Nogales, Huatabampo, Caborca o Nueva York, que también es región.
¿Es Cien Años de Soledad literatura regionalista? Quizás sí, quizás no. Los expertos difieren, los expertos concuerdan. En La Ciudad del Soul encontramos al honesto Carlos que conocimos (sin haberlo visto) en Linderos Alucinados, en Aves de Paso, en Hazlo por mi corazón y, claro, tangencialmente, en Matar. Pero vamos a tomar a Matar como un libro aparte, porque en muchos sentidos lo es, y tomaremos también aparte la novela En el mar de tu nombre, tanto porque también es una obra aparte por razones literarias tanto de género como de estilo, tanto también porque Carlos declara que es el libro quintaesencia de su obra, libro que en sus palabras nació para escribir y después del cual puede morir en paz.
Comentar el libro de La Ciudad del Soul es tan sólo apuntar que Carlos Sánchez ha dado un salto de calidad en su carrera. Editado por Nitro / Press, lanzado a nivel nacional, logrando un lugar en las estanterías de las librerías del país, en Bellas Artes a un lado del más reciente libro de Fernando Vallejo (Premio Rómulo Gallegos), es el indicador de lo que esta obra significa para el autor y para la actividad literaria estatal.
Y aquí no estamos hablando de chingonería o no. Hablar de literatura siempre va más allá de esas supercherías o banalidades. Aquí se habla de oficio, de trabajo, de esfuerzo, de logros ganados a pulso de merecimiento. De tiempo, de ardua labor, de entrega y sacrificio. De darse a la literatura y darse a los demás.
Carlos Sánchez no se gana su lugar en el escenario o caleidoscopio o vitrina nacional por su relación con un editor de aquellos vuelos. Su libro de crónicas Matar triunfó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y fue considerado uno de los diez mejores de su género el año en que se publicó. Al agotarse su edición, inmediatamente fue reeditado a nivel nacional. Con esta nueva obra, La Ciudad del Soul, Carlos Sánchez confirma su status de autor de firma, su categoría en las letras nacionales actuales.
¿Qué significa esto? Varias cosas. La primera, que Sonora cuenta con exponentes, en este caso narradores, de calibre nacional, algo que no se veía diez años atrás, veinte años atrás. La emergencia de autores como Imanol Caneyada, María Antonieta Mendívil, Cristina Rascón y las gratas sorpresas de Claudia Velina Reyna, Franco Félix y Alfonso López Corral al adjudicarse certámenes juveniles, regionales, nacionales, hablan de que este oficio de solitarios, este oficio de pobres pobre-diablos, este oficio amantísimo, compensa a estas generaciones con los laureles soñados a partir de una tradición escritora heredada por otros.
Carlos Sánchez y todos los mencionados, son ejemplos de la superación en una actividad tremendamente competida, donde la promesa es que no hay ninguna promesa. No existe la promesa. Es una fe de ciegos. Es ganarle la batalla a los molinos de viento de uno mismo. Este escrito no es más que una felicitación a Carlos Sánchez porque La Ciudad del Soul no es otra cosa que un triunfo. Este libro es un digno seguimiento a Matar como propuesta de un autor consistente a un estilo, a una propia propuesta, genuina.
Hermosillo y yo
Cada uno habla de la feria, según cómo le va. Reza el refrán. El lanzamiento de La Ciudad del Soul a nivel nacional es también el lanzamiento de una imagen de Hermosillo. El Hermosillo de Las Pilas, La Matanza, La Hacienda de La Flor. El Hermosillo de Carlos Sánchez. Al mismo tiempo es el testimonio de un autor sensible por un México que existe en todo México. México marginal, violento, injusto, olvidado, discriminado, desatendido. Pero el chiste aquí y en todo libro son los detalles. Y los detalles hablan por sí solos. Descarnados, crudos, certeros, a flor de piel. Carlos Sánchez al narrar poetiza el dolor, la pobreza, la miseria, la desgracia, el vicio, el mal destino, la locura y la desesperanza. De Linderos… a La Ciudad… Carlos es otro. No otra persona pero sí otro escritor. Se afina, ha evolucionado, ha crecido, ha leído, ha aprendido. La máxima virtud de un escritor y de toda persona es la humildad. Y Carlos ha tenido la humildad artística de leer, de leer mucho. De aprender de sus amigos y de acercarse a gente talentosa, maestra, y con humildad ha pulido su pluma, su estilo, sus relatos. Leer a Carlos Sánchez en La Ciudad del Soul es un poco como leer a Juan Rulfo en Pedro Páramo (guardadas las distancias de la fama y la celebridad y para quienes vayan a pegar el grito en el cielo lo hagan contra mí, no contra él), porque en un relato que parece llevar poco o casi nada, Carlos (como Juan), se detiene a describir, regala una metáfora sencilla pero todo un hallazgo, y parece que cuenta más el interior, el alma, del personaje de la crónica o cuento, que lo que espera el lector en cuanto a la acción concreta. Carlos se apega, se detiene, se pone los zapatos del personaje, se lo apropia, y por eso siempre importa su sentir. En el relato deja fehaciente que importa su sentir. Y casi siempre el personaje es un infortunado, sea él mismo o sea cualquiera de su barrio, de su radio humano. Eso es lo que conquista a todos los lectores.
Todos los lectores tienen sangre, heridas, huesos, corazón, amor, tristeza, soledad, como la literatura de Carlos Sánchez. Carlos Sánchez pinta su aldea y se vuelve universal. Qué la chingada. Él no lo invento. Él tiene el gran mérito de hacerlo, de lograrlo.
La literatura de barrio de éste, su máximo exponente en nuestras tierras, tiene elementos ricos, variados, de insuperable arraigo humano. Habla de un micro mundo que ya conocimos en sus libros anteriores, de casas pobres, de drogadicción, de pleitos, de abandono, de muerte, de maltrato, de olvido, de crimen y presidio, de marginalidad. Carlos Sánchez lo hace con el ojo de quien lo miró todo, de quien lo vivió todo, de quien conoció a todos, escuchó a todos, abrazó y lloró a todos. Carlos es el milagro de la supervivencia, el testigo directo, el redimido improbable de un mundo de desgracia. Antes me daba miedo conocer el barrio de Las Pilas. Ahora me muero de las ganas. El libro cobra vida propia, emociona, sube la sangre en su presión, uno quiere ver por sí mismo, ver esos callejones, mirar de frente al parque, conocer por lo menos a una señora madre de esas cuadras, ver a un niño, sus posibilidades, tablas de salvación, la mirada perdida o vivaz de algún adolescente, subir-bajar el cerro. Recorrer una casa, unas casas, el campo de futbol, alguna cruz abrupta o fortuita. No más, no menos.
Cuando leo sobre Las Pilas de Hermosillo, sé de lo que está hablando. Vengo de un barrio igual y conozco su historia. Ese tipo de historia cuyo origen del mal tiene por culpable a algún destinatario, y si hablas de más vale más que empieces a sentir un cuchillo en el cuello. Sé lo que es la drogadicción y sé lo que es que se apodere de los tuyos, tus hermanos y amigos. Sé y he visto lo que es quedarse arriba, sé lo que es perder en muerte violenta a un joven que en su niñez era un niño normal, feliz alegre, juguetón, excelente jugador de futbol. He vivido esos libros. Llámale literatura en carne propia pero es más fuerte aun.
Pienso que en la literatura de Carlos Sánchez se encuentra mucho de lo que somos, mucho de lo que hemos vivido, y no sólo se le rinden estas referencias a su obra tan sólo por haberlo conocido, por tenerlo de amigo, por deberle favores, porque te gana con abrazos, con buen trato, cariño, te abre las puertas de su casa y de su corazón y te visita y al visitarte te trata como si tú lo estuvieras visitando a él, de la forma más amable del mundo. Lo que se abona a su obra es porque de verdad. No necesita de esto, no es mainstream. Carlos, como los buenos grupos de rock, se vende en vivo, no por televisión.
La Ciudad del Soul y la literatura de Carlos Sánchez en su lanzamiento nacional hará el mismo trabajo que hizo en sus inicios de hace tiempo en Hermosillo, luego en todo Sonora. Apelará a la sensibilidad del lector común, del ciudadano de a pie, la persona sencilla que gusta leer notas impactantes del periódico, donde tiene miedo encontrarse a sí mismo, ser noticia, estadística, pero que por solidaridad, por hermandad, humanidad, por cuidarse, por cuidar a los suyos, él, ese lector común al igual que nosotros, debe estar alerta del mundo, lo que pasa en su México, en su Estado, en su ciudad, su colonia, en su barrio, en su cuadra, porque hoy no se sabe, hoy no se está seguro, y Carlos nos lo comparte en sus relatos, el verdadero México, el dolor subyaciente dentro de las familias, porque primero están los hijos y Carlos Sánchez lo dice muchas veces, Abigael, Pachi, Maqrol, Manu… es todo por lo que él vive y escribe.
Y el lector hallará eso en Carlos y La Ciudad del Soul. El México desconocido. El México no oficial. El negado en los informes de gobierno y en los discursos oficiales, el México marginal que no sale en las páginas amables de sociales ni en los trípticos turísticos de La Ciudad del Sol.
Así las cosas, leer este libro por veces es como leer los pequeños cuentitos maravillosos de Días y Noches de Amor y de Guerra de Eduardo Galeano. Tienen ese corazón y esa causa y la misma vena latinoamericana. También es un poco leer a Monterroso y otros buenos. Carlos Sánchez es heredero de la esencia de otro hermosillense, Luis Enrique García, el mejor en su tiempo. Me da mucho gusto que así como existen y destacan un Federico Vite de Hidalgo, un Antonio Ortuño de Jalisco, un David Miklos texano chilango, un Hilario Peña bajacaliforniano, un Carlos Velázquez también provinciano y muchos otros autores triunfadores de la literatura nacional actual, existan también un Carlos Sánchez sonorense, un Imanol Caneyada, Claudia Velina Reyna, María Antonieta Mendívil, Franco Félix y otros muy buenos que se sumarán, poniendo en alto las letras sonorenses y subiendo la vara de la calidad literaria estatal.
Hablando sobre el libro en sí creo que por esta vez me aclaro que, así como los norteamericanos clasifican la literatura en fiction y non fiction, si antes me angustiaba un poco o no sabía si calificar la literatura de Carlos Sánchez como crónica o cuento, ahora sé o por lo menos en este libro no me cabe duda que se mueve en los terrenos de la crónica, non fiction, escritura tomada de la vida real, con grandes elementos de su poder decir, con precisión en el contar. De forma que uno fácilmente se adentra y disfruta los relatos.
Para finalizar, no sé si se ha considerado lo siguiente, La Ciudad del Soul da cuenta de un Hermosillo-Ciudad, Hermosillo-Lugar… Comunidad… Cultura. Desde luego y evidentemente parcial pero es lo que es y tan libro que es se formaliza como tal. El Hermosillo marginal. Seguramente no se concibió con ese propósito pero los que somos de fuera lo podemos percibir así. Y aunque para muchos no sería deseable u objetivo o justo que los lectores se queden con esa idea de Hermosillo, ya no está en manos del autor, ni siquiera del libro, que suceda tal cosa en la percepción del lector y por tanto del colectivo. Pocas obras inconscientemente logran ese propósito involuntario pero no menor. Si alguien nunca ha visitado Hermosillo y lee La Ciudad del Soul vivirá con la idea de que Hermosillo son Las Pilas, La Matanza, La Hacienda de la Flor. Ese es el efecto de la literatura, el poder y su riesgo. Crea imágenes, vende paisajes, crea mundos y realidades.
Por eso pienso que La Ciudad del Soul al igual que en menor medida el resto de los libros de Carlos Sánchez es un libro sobre la Ciudad de Hermosillo. Esto se lee inverosímil para casi todos, pues casi todos conocemos Hermosillo y lo conocemos diferente. Estoy seguro que en Sonora habemos millones de personas que conocemos Hermosillo de una forma distinta a La Ciudad del Soul. Pero innegablemente el Hermosillo de Carlos Sánchez es real, latente, vivo, cierto. Y queda como testimonio literario de una época y de una parte de la ciudad. Esto lo convierte en dos cosas, en un libro de texto, de referencia, de consulta, sobre historia cultural de Hermosillo. Y lo convierte también en un excelente texto de promoción de la lectura para estudiantes de secundaria de esta capital, para primeros lectores, porque son historias cortas, bien contadas, locales, ajustadas a un ambiente, realidad, ámbito que atrapa y sensibiliza a los chicos porque les habla de su ciudad, sus riesgos, su momento, su verdad. El mejor destino de La Ciudad del Soul está en un lugar de las bibliotecas familiares de esa querida ciudad, porque este libro ha dejado de ser de Carlos Sánchez, ya es un libro de su ciudad, le pertenece, ahí está contada una verdad, una época, un tiempo, y los hermosillenses, justamente, se la apropiarán. Un libro de verdad valioso, un legado.







