La falta de deseo sexual es un problema que puede deteriorar la relación de pareja e incluso causar ansiedad en el que lo sufre. Te contamos qué puede provocarla y qué hacer para recuperar la chispa de la pasión.
Inapetencia o bajo deseo sexual son conceptos diversos y escurridizos generados por nuestra sociedad. En función del enfoque desde el que abordemos la cuestión podremos llegar a una definición o a otra, todo depende del color del cristal con que se mira.
Si deseamos una definición muy concreta y sintética, aunque siempre desde la perspectiva de que ello supondrá una pérdida de la magnitud del hecho sexual humano, podemos decir –como afirma en parte el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales para el deseo sexual hipoactivo que se trata de una ausencia o deficiencia de fantasías y deseos de actividad sexual, de forma persistente, que provoca malestar intenso en la persona que lo padece o dificultades en la relación interpersonal.
No obstante, en este asunto es muy relevante plantearnos de qué hablamos cuando hablamos de deseo. ¿Este deseo está vinculado solamente a actividades relacionadas con los genitales, la excitación y la consecución del orgasmo? ¿O por el contrario abrimos la puerta a relaciones que no siguen un enfoque del “todo o nada”; es decir, que se adentran en un mundo de caricias y sensualidades erótico-afectivas valiosas por sí mismas, que pueden o no desembocar en el orgasmo, en la penetración o en niveles elevados de excitación?
Además, es importante distinguir entre inapetencia sexual y el deseo de diferentes frecuencias y ritmos sexuales en el marco de la relación de pareja. Esto último es bastante habitual, ya que rara vez los miembros de una pareja desean la misma frecuencia para sus encuentros eróticos y sexuales, ni tampoco las mismas prácticas. Por tanto, el miembro de la pareja con menor deseo sexual no necesariamente tiene inapetencia o bajo deseo sexual, ya que existe un amplio margen para la diversidad erótica.
Las causas de la inapetencia sexual pueden ser biológicas, psicológicas y socioculturales. En general, los tres tipos de causas están interrelacionados, ya que el ser humano no puede escapar a su naturaleza biopsicosocial. En consecuencia, lo que afecta a una esfera interfiere e influye en las otras dos.
En la esfera biológica puede ocurrir que nuestro nivel hormonal esté alterado, por ejemplo con bajos niveles de testosterona; o que debamos tomar un fármaco que interfiera en nuestra respuesta sexual, como pueden ser los antidepresivos; o bien padecemos alguna enfermedad como dolor crónico, diabetes o fibromialgia. Todo ello tiene una repercusión en nuestra biología, por tanto en el funcionamiento de nuestra respuesta sexual y de nuestro deseo.
En la esfera psicológica las causas de la inapetencia pueden encontrarse en el desconocimiento del funcionamiento erótico-sexual del propio cuerpo y del cuerpo de la pareja, así como en unas expectativas poco realistas acerca de lo que podemos esperar en un encuentro sexual. A su vez, la percepción de una satisfacción baja es una experiencia frustrante que nos lleva a evitar futuras relaciones sexuales. El aburrimiento y la rutina nos llevan a obtener poco placer. Y el miedo que puede causar el requerimiento de “dar la talla” puede bloquearnos y generar en nosotros una conducta de evitación. Rechazamos las oportunidades de un encuentro sexual para evitar esa desagradable sensación de miedo o de ansiedad, de vergüenza…
Otras causas de la inapetencia o bajo deseo sexual son el estrés y la depresión, ya que provocan una serie de cambios psicológicos y fisiológicos que van en detrimento del deseo sexual.
Y padecer otras dificultades sexuales como problemas de erección, eyaculación precoz o dolor durante el coitointerferirá también en nuestro deseo, pues estas dificultades afectan negativamente a la imagen que tenemos de nosotros y a la percepción, personal y compartida, de nuestra satisfacción erótica y sexual.
En la esfera sociocultural entramos de lleno en el campo de las relaciones interpersonales y en el campo de las normas sociales acerca de cómo debemos funcionar, de lo que se espera de nosotros o debemos esperar del otro. Estas normas generan expectativas y realidades que están mediadas por el marco sociocultural que hemos ido aprendiendo desde el nacimiento, y nos dan la pauta de la tan perseguida ‘normalidad sexual’. La búsqueda y preocupación intensivas acerca de la normalidad pueden afectar al deseo sexual.
En la relación con nuestra pareja, los conflictos de intereses, el resentimiento o la desconfianza, y la rutina en la actividad sexual… pueden ser causas de bajo deseo sexual de uno o ambos miembros de la pareja.
Fuente: Webconsultas







